Winkie la salvadora
En muchas ocasiones, el destino de uno o varias personas acaba estando en manos de algún animal y su intervención puede resultar decisiva para que las cosas terminen bien o no.
Por ejemplo, eso sucedió con unos pilotos ingleses un frío día de invierno, en plena Segunda Guerra Mundial.
El 23 de febrero de 1942 un avión bimotor Bristol Beaufort bombardero/torpedero, del ejército del aire británico (RAF), sobrevolaba las heladas aguas del Mar del Norte de regreso a su base.
Regresaban de realizar una misión sobre territorio noruego pero no había sido nada fácil, de hecho, resultaron alcanzados por el fuego antiaéreo enemigo lo que hizo que les fuera del todo imposible completar su trayecto y finalmente debido a los daños recibidos, no pudieron impedir que el avión cayera y se acabara estrellando contra las gélidas aguas en un violento amerizaje.
Gracias a su propia pericia, la tripulación sobrevivió al impacto, pero quedaron a la deriva en medio del mar sin muchas esperanzas de que pudieran rescatarles ya que, al precipitarse al agua no habían podido transmitir su posición exacta por haberse averiado el aparato de radio de la aeronave.
En esa difícil situación, tuvieron que recurrir a su única carta, una paloma mensajera que formaba parte de su equipamiento y que en este caso en realidad era todavía un pichón, que además no había recibido mucho entrenamiento, pero era su última oportunidad de recibir ayuda.
En aquella época, la RAF utilizó este método en ocasiones como recurso extra para comunicaciones, precisamente pensando en casos de emergencia. En esta ocasión su previsión se iba a poner a prueba.
Sin estar del todo convencidos del éxito de su empresa, dejaron a “Winkie”, que ese era el nombre de su paloma, en liberta. Al instante, el animal inició el vuelo. Debía encontrar cuanto antes el camino de regreso a su casa. La tripulación no creía que Winkie pudiera cubrir las más de 120 millas (unos 193 kilómetros) que la separaban de su hogar y alertar así a sus compañeros, pero era su única oportunidad.
Pero, contra todo pronóstico, eso fue precisamente lo que ocurrió y la paloma logró cubrir la enorme distancia, llegando a su casa en Broughty Ferry, cerca de Dundee, en Escocia.
Su propietario, George Ross, oyó un ruido en su palomar y cuando se acercó a mirar descubrió al ave empapada y exhausta. Rápidamente avisó a la base aérea de la RAF que tenía asignada y estos acudieron desde allí con presteza para recoger a Winkie.
Comprobaron que no llevaba ningún mensaje, pero sin tardanza realizaron un exhaustivo estudio partiendo de la última posición radiada por el bimotor, la dirección del viento y la hora de llegada de Winkie, teniendo incluso en cuenta el desgaste del aceite de sus plumas, y como eso aminoraba su velocidad.
Tras cotejar todos los datos lograron ubicar un punto geográfico bastante preciso en el que continuar la búsqueda del aparato y sus tripulantes, ahora con una mayor certeza.
Tras esta nueva información, esta vez no tardaron en dar con el avión y su tripulación, que pudo ser rescatada sin mayores daños. Los pilotos organizaron nada más llegar una cena especial para la paloma, con el mejor pienso que pudieron encontrar, para agradecer su inestimable ayuda.
Un año después, a Winkie le fue concedida la medalla Dickin al valor animal, por ese peligroso vuelo de casi 200 kilómetros que permitió llevar a buen término la operación de rescate.
Esta condecoración británica es una distinción exclusiva para animales y que premia individualmente a aquellos que han hecho un servicio único para los hombres, generalmente de tipo militar. En el Reino Unido tiene la más alta consideración y se equipara a la máxima distinción similar para los humanos, la famosa Cruz Victoria.
Hoy en día, su conocida inscripción, “We also serve” (Nosotros también servimos), es una reconocida muestra de respeto hacia los animales que la han recibido.
Fue ideada y puesta en marcha en 1943 por la veterinaria Maria Dickin, que daría nombre a la propia condecoración, a la sazón una de las fundadoras del “UK’s People’s Dispensary for Sick Animals” (PDSA), organización caritativa de ayuda y asistencia a los animales, muy respetada en el Reino Unido y que hoy en día sigue siendo la que otorga la condecoración cuando estiman que en algún animal concreto concurren las condiciones oportunas.
Es la propia Maria Dickin la que aparece en la foto junto a estas líneas, precisamente en el momento en que entregaba la medalla a Winkie, que aparece en las manos del entonces comandante de ala aérea, Lea Rayner.
Hasta la fecha han recibido la medalla Dickin, un total de 64 animales, repartidos de la siguiente forma: 32 palomas, 28 perros, 3 caballos y 1 gato.
En cuanto a Winkie, cuando tras una tranquila vida finalmente murió, George Ross decidió donarla a las autoridades, que tras naturalizarla decidieron, como homenaje al ave, exponerla en el museo de Dundee, donde todavía sigue hoy, junto a su medalla.
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