Una buena pata de conejo
Seguro que todos habéis oído hablar de la superstición que dice que llevar una pata de conejo encima atrae la buena suerte, pero seguro que no todos tenéis idea del origen de esta creencia.
Desde luego está claro que esta costumbre no es para nada reciente, de hecho parece que su origen podría situarse en la Alta Edad Media europea.
Además, los más curioso de todo es que no se originó directamente con el conejo como protagonista, sino con su prima la liebre.
Antaño, en aquellos lejanos tiempos, los animales domésticos o más exactamente los que consideramos hoy animales de granja, como las vacas, caballos, ovejas, cabras o cerdos, solían pernoctar en las casas de sus amos, pues sin existir las calefacciones modernas, eran un complemento calorífico importante para el ambiente de la casa en las frías temporadas invernales.
Eso ha sido así hasta no hace tanto pues en muchas regiones rurales incluso en España, eran la norma hasta entrado ya el siglo XX, las viviendas con una estancia inferior para el ganado y otra superior para la gente. Muchos seguro que recordarán así las casas de sus abuelos o incluso padres.
Pues bien, otros animales a los que también se instalaba en esas instancias eran por ejemplo conejos o liebres, que eran criados como alimento.
Las liebres en especial eran muy apreciadas y se les cuidaba bien. Algunos pueblos como los britanos las consideraban mágicas y en lo posible evitaban incluso comerlas.
Existen referencias escritas de la época que mencionan cómo las mujeres que se encontraban embarazadas o que habían dado a luz recientemente utilizaban las liebres como “calentadores” portátiles para ponerlas en su regazo.
Pero esas referencias incluyen algún detalle un poco más sorprendente, pues se puede encontrar que además esas mujeres permitían que las liebres se amamantaran de sus pechos, un poco como pago por sus servicios y como manera de crear vínculos con ellas.
Este comportamiento que desde luego puede parecer extraño, iba a dar lugar por evolución a otra creencia bastante más siniestra.
No hay que olvidar el contexto histórico de aquella época y una de sus manifestaciones más estudiadas y revisadas, como fue el fenómeno de la brujería.
Entre las mil y una historias que se generaron a su alrededor, hubo una que tocaba de lleno a los animales de los que estamos hablando y es que a la liebre se le empezó a adjudicar el dudoso honor de ser uno de los seres en los que se transformaban las brujas para ocultarse cuando eran perseguidas.
De ese modo se camuflaban y además podían alimentarse con la leche de las incautas mujeres que las seguían utilizando para calentarse a la manera tradicional.
Circuló por entonces una pista para saber si esa transformación había sucedido. Se decía que si al matar una liebre resultaba extremadamente difícil de despellejar y posteriormente no había forma de preparar un guiso medianamente comestible con ella, se trataba sin duda no de una simple liebre sino de una bruja transformada.
Derivada de todas estas historias, surgió también la idea de que los huesos de liebre, pero siempre que se utilizaran manteniendo una articulación intacta, podían ser muy eficaces contra afecciones como el reumatismo o la gota.
Y como sucesión y concatenación final de ideas, acabó apareciendo aquella de que llevar una pata de liebre era un magnífico amuleto que te protegía y te daba buena suerte.
Posteriormente y al convertirse en mucho más frecuente y popular la cría de conejos que la de liebres, fue un paso casi lógico terminar de atribuir esas virtudes también a las patas de conejo, de tal forma que con el tiempo acabaron quedándoselas en exclusiva.
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