Un cocodrilo catedralicio
No sé si sabréis que en España tenemos la catedral gótica más grande del mundo, que además es también la catedral católica más grande. Se encuentra ubicada en Andalucía y se trata por supuesto de la imponente Catedral de Sevilla.
Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987 por la UNESCO, todo en ella es impresionante, el conjunto arquitectónico, su maravilloso retablo o su singular patio de los naranjos, sorprenden y admiran a los visitantes todos los años.
No es de extrañar por tanto el sobrenombre con el que se empezó a conocer al poco de su construcción y que no era otro que el de “Magna Hispalensis”. Tampoco lo es esa leyenda que se dice cierta sobre lo que pensaron los religiosos que sobre el año 1400 se empezaron a plantear su construcción.
Sobre ello ha llegado hasta nuestros días que en su idea original tuvieron en la cabeza una frase que se haría famosa: “Hagamos una Iglesia tal y tan grande que los que la vieren labrada nos tomen por locos”.
Sin duda, viendo la colosal obra y en aquellos tiempos, no faltarían quienes así pensaron. Pero lo cierto es que la construcción se llevó a cabo.
Pero hoy no se trata de hablar de todo lo magnífico que rodea a esta catedral, sino de un pequeño detalle, algo bastante más sutil y si me apuras que hasta parece estar medio escondido, lo que curiosamente no ha impedido que se trate de un detalle bastante popular.
Y desde luego que tiene su relevancia como nota discordante en el conjunto, porque ¿Qué me diríais si os comento que hablo de un cocodrilo dentro de la catedral?
Sí, no es una errata, he dicho cocodrilo. Parece una broma, pero si visitáis el templo sevillano lo veréis con vuestros propios ojos.
En un lateral del famoso patio de los naranjos, en la conocida precisamente y por causas obvias como nave del lagarto, si miráis hacia el techo, lo podréis ver arriba colgando de las vigas. Bueno, para ser escrupulosos, hoy en día lo que hay es una reproducción en madera a tamaño natural de lo que hubo originalmente, pero el efecto es parecido.
Si os estáis preguntando qué pinta un cocodrilo colgado de las vigas en la Catedral de Sevilla, hemos de retroceder en el tiempo para conocer el origen de esta curiosa historia.
Al parecer, en el año 1260 una comitiva enviada por el sultán de Egipto se presentó en Sevilla para ver al rey Alfonso X. Su objetivo era pedir la mano de la primogénita real, la infanta Doña Berenguela.
Entre los regalos que los enviados llevaban para reforzar la petición, se encontraban varias cosas de lo más curiosas, como un gran colmillo de elefante o nada menos que un gran cocodrilo del Nilo vivo y una jirafa amaestrada para poder montar en ella.
Todos quedaron asombrados por tan increíbles presentes, pero al final la cosa no llegó a cuajar porque Doña Berenguela era una mujer muy religiosa y no le convencía el hecho de que su pretendiente no fuera católico. Finalmente ella decidió ingresar en un convento.
El rey aceptó la decisión de su hija y declinó con la mayor cortesía posible el ofrecimiento del sultán, enviando él a su vez una comitiva con regalos a tierras egipcias.
Pero los regalos originales quedaron en Sevilla y tanto jirafa como cocodrilo pasaron sus vidas en los jardines del Alcázar.
Cuando ambos murieron, el rey decidió colgar de las vigas de la catedral, el cuerpo del cocodrilo, el colmillo del elefante, las bridas de la jirafa y el bastón de mando del emisario que viajó a Egipto.
Con el paso del tiempo, el cocodrilo acabó pudriéndose poco a poco y hacia el siglo XVI, se decidió retirar los restos y sustituirlos por una copia de madera a tamaño natural, que es la que ha acabado llegando hasta nuestros días.
Por ello, la próxima vez que visitéis la Catedral de Sevilla, acercaros hasta ese rincón y veréis el recuerdo de aquel cocodrilo que seguro nunca llegó a imaginar cuando lo sacaron de su río, que se iba a acabar convirtiendo en leyenda en un lugar tan alejado de su casa.
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