Tremebundas hormigas
En la entrada anterior, nos vimos por tierras extremeñas siguiendo el rastro de un misterioso saurio.
Hoy, no necesitaremos marcharnos muy lejos para poder comentar otro pequeño enigma, puesto que no abandonaremos Extremadura.
A orillas del embalse de Alqueva, con su hoy en día famosa playa fluvial, se encuentra la pacense población de Cheles.
Sin embargo, no siempre fue esta la ubicación de la villa, pues atendiendo a los datos de las antiguas crónicas, en el pasado, como hace cinco siglos, no estaba ahí.
Su emplazamiento original se hallaba situado en la Sierra de San Blas, que se puede ver unos kilómetros más al norte y al parecer llevaba allí desde que la población fue fundada mucho más tiempo atrás.
Lo misterioso es que hacia el año 1.500, Don Juan Manuel de Villena, que entonces era el señor de Cheles, hizo trasladar al sur todo el pueblo, hasta su localización actual.
No hay documentación escrita que se haya conservado para poder dilucidar que motivó aquella reubicación total, pero sin embargo la tradición oral transmitida a través de generaciones y generaciones, cuenta una historia sorprendente y a la vez aterradora.
Se dice que lo que provocó ese éxodo fue nada más y nada menos que una plaga de hormigas asesinas.
En efecto, la tradición explica que un buen día comenzaron a llegar hordas y hordas de hormigas que comenzaron a devorar todo a su paso. Primero comenzaron por la vegetación que rodeaba el pueblo y cuando acabaron con ella, se lanzaron a por la madera que conformaba sus casas.
Tal era el calibre de la invasión, que los habitantes del pueblo se vieron claramente sobrepasados en número e incapaces de repeler a los insectos.
Pero lo más horrible estaba por llegar, porque finalmente las hormigas comenzaron a atacar a los animales de compañía y de granja y después a los humanos, cebándose especialmente con los niños.
A esas alturas, la vegetación circundante estaba destruida, muchas casas muy dañadas y había bajas considerables entre el ganado y las mascotas, pero además también se registraron bajas humanas.
Ante tan infernal panorama, los vecinos, comandados por su señor, decidieron hacer frente a la amenaza de la única forma que les quedaba, destruyendo todo para a su vez eliminar a las invasoras.
Organizadamente hicieron una trampa de fuego prendiendo el pueblo y su zona circundante, mientras ellos huían hacia el sur, contemplando desde la distancia la destrucción de lo que fueron sus hogares y llegando al punto en el que comenzaron la construcción del nuevo Cheles, en el que se encuentra hoy en día.
En cuanto a la antigua localización, todavía pueden verse allí las ruinas de lo que fueron sus dos ermitas, su castillo y alguna casa. Curiosamente, lo que sí se puede ver además por esa zona, son colonias de hormigas.
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