Terror equino
Nos llega una nueva noche de Halloween con su carga de misterio y como no podía ser menos os traigo una historia con tintes aterradores.
La referencia viene de Centroamérica, en concreto de Guatemala, país en el que se cuenta esta siniestra cadena de sucesos como una leyenda del más puro horror.
Tiene de todo para provocarlo, muertos, seres fantasmales, animales de ultratumba, sin duda un combinado de lo más adecuado para esta noche.
En realidad, parece que con más precisión el relato tiene como punto de inicio un par de pequeños pueblitos cercanos a la ciudad de Guatemala, capital del país.
No está del todo claro, en qué punto exacto se originó como suceso cierto del lugar en tiempos pasados y para ser honesto, incluso he llegado a constatar una fuente que indica que todo podría ser simplemente un relato novelado de terror de un escritor de la zona, que se expandió por el boca a boca.
Sea como fuere, novela, o leyenda basada en hechos del pasado, lo cierto es que la historia se las trae y por ello paso a contarla a continuación.
Todo comenzó un frío día de octubre, precisamente unas semanas antes de la noche de Halloween, cuando el lechero del lugar se topó con algo inusual cuando se afanaba por hacer su reparto diario.
Entre un montón de hojas descubrió con espanto el cuerpo inerte de don Luis, el tendero más veterano del lugar. Pero lo peor era su estado, pues su piel presentaba un vívido color morado y la expresión de su rostro era de auténtico terror.
Siendo algo extraño, tampoco se pensó todavía en explicaciones siniestras, más bien que el frío nocturno había acabado con el hombre. Se celebraron las exequias, a las que asistieron la mayoría de los habitantes del pueblo y aparentemente el capítulo quedó cerrado.
Sin embargo, la noche tras el entierro, la gente comenzó a cambiar de opinión cuando el silencio habitual quedó quebrado por el estruendo de los cascos de un caballo a pleno galope por las calles del pueblo, acompañado por el no menos ruidoso y terrorífico relinchar del equino.
Muchos despertaron asustados, pero lo peor estaba por llegar. Unos minutos después, doña Ana, otra vecina, comenzó a proferir gritos angustiosos pidiendo ayuda para su hija.
Estado ya muchos despiertos por el caballo, pronto las calles comenzaron a llenarse de gente saliendo ante los gritos de la mujer, que decía que su hija de 19 años se había desplomado ante ellos de improviso.
Estaba claro que necesitaba ayuda y en el pueblo no podían ofrecérsela, por lo que varias personas se ofrecieron a llevar a la chica de inmediato a un hospital de la capital, sin embargo, no llegaron ni a salir de allí pues vieron que era demasiado tarde.
La chica había fallecido y su aspecto era terrible, blanca, pálida y helada como si en realidad llevara ya muerta varias horas, además de tener en su rostro una expresión de espanto similar a la del tendero enterrado.
Ella misma fue enterrada también a la mañana siguiente mientras el pueblo maldecía esa nefasta casualidad que había hecho coincidir las dos muertes, sin embargo todos tuvieron que volver a cambiar de opinión de la manera más terrible.
Según estaban en el cementerio, a los presentes les comenzaron a llegar las noticias de que en un campo del extrarradio acababan de hallar los cuerpos de dos niños, mientras que en la mismísima puerta de la iglesia se había encontrado el de una anciana.
Entonces todos comenzaron ya a pensar que algo verdaderamente siniestro se cernía sobre su villa.
De entrada, observaron que dado que todos los cuerpos había sido hallados en las mañanas, las muertes debían producirse en las oscuras noches, lo que no hizo sino acrecentar sus sospechas de que sucedía algo maligno.
En los siguientes días, el goteo de muertes continuó, mientras que el médico local estaba completamente desconcertado, pues aparte de la común expresión de miedo y unos síntomas como de estar aquejados de una profunda anemia, no podía encontrar una razón coherente y científica para ese desmesurado aumento de los fallecimientos.
La policía y autoridades locales estaban igual de asustados y la gente ya no se atrevía a salir de noche, lo que no impedía que siguieran apareciendo cadáveres.
Nunca les había ocurrido algo parecido y especialmente el detalle de la expresión de horror en los rostros de las víctimas, les atemorizaba atrozmente.
No obstante, para finales del mes llegaron unos días en los que nada ocurrió y conteniendo la respiración todos rezaron para que lo que fuera que había llegado hasta ellos, partiera de igual forma.
Sin embargo, a poco de iniciarse el frío mes de noviembre, comprendieron que no era así, pues durante la noche, el aterrador caballo volvió a hacerse notar por todo el pueblo, sin que nadie osara ni asomarse a mirar.
Para todos, ese caballo, esa entidad, fue a partir de entonces la causa demoníaca de los males del pueblo, quizá un mensajero diabólico que traía el mal.
La mañana siguiente, decidieron que había que hacer algo y bajo el mando del cura del pueblo, establecieron patrullas para combatir al ser si volvía a aparecer.
Pasaron varias noches tranquilas, sin sobresaltos ni más muertes, por lo que empezaron a pensar que sus desvelos estaban dando sus frutos, pero la quinta noche todo volvió a cambiar.
Uno de los vigías gritó a los demás que miraran hacia el cementerio, que ubicado a media ladera de una colina era visible desde las calles, en las noches despejadas.
Para su espanto, entre las sombras de las tumbas pudieron ver al espeluznante caballo deambulando entre ellas, pero lo peor es que no estaba solo, alguien iba sobre el animal. Un jinete vestido de negro de figura igualmente espantosa.
Al ver que los habían descubierto, lejos de huir, jinete y caballo cargaron hacia ellos bajando la ladera a una velocidad sobrenatural, dando casi la impresión de que volaban sobre el terreno.
Tampoco los hombres se amilanaron y sabiendo la calle por la que debían aparecer en el pueblo, se concentraron allí desde todos los puntos, armados y prestos a librar batalla.
El cuadro era dantesco. El gigantesco animal, de un brillante negro azabache, se alzaba amenazador sobre sus patas delanteras mientras a su grupa se hallaba el horrible jinete vestido de un negro absoluto y con una cara pálida en extremo y ojos sin asomo de vida alguna.
Ambos se lanzaron a todo galope contra la multitud que tuvo que apartarse ante el ímpetu de los extraños. Sin embargo un policía no fue rápido y el jinete lo alcanzó, lo levantó sin esfuerzo y para el terror de los presentes le mordió en el cuello con dos afiladísimos colmillos.
Unos metros más allá lo dejó caer al suelo ya sin vida, mientras los demás corrían hacia el hombre tendido. Ahora todos sabían que se enfrentaban a un ser vampírico, cosa que les heló la sangre.
A la mañana siguiente todos se reunieron para buscar qué hacer. La primera propuesta fue abandonar del pueblo de inmediato, pues pensaban que si iba a por ellos, fuera del pueblo el maligno ser ya no los encontraría.
Cuando la decisión estaba casi tomada, una mujer tomó la palabra para contar lo que su niño le había confesado.
Al parecer, el chaval estaba jugando en la colina días atrás, una de las mañanas tranquilas, cuando se le cayó el juguete que llevaba y cayó en una pequeña depresión cerca de las lindes del cementerio.
Cuando bajo a recuperarlo, encontró algo inesperado, pues pudo ver que junto a la base del árbol en el que estaba, había una extraña tumba con una vieja lápida sin nombre alguno, coronada por la escultura de un caballo.
Curioso, quiso tocarla, pero entonces tropezó y fue a dar con lo que parecía el primer escalón de una escalera de bajada, pero lo que le horrorizó fueron las inequívocas huellas de los cascos de un enorme caballo que eran perfectamente visibles en el barro del escalón.
Cuando se lo contó a su madre, esta no pudo por menos de deducir que el fantasmal caballo partía de ese punto y por eso pensó que debía dar a conocer la noticia al resto del pueblo.
Ante esa revelación, el alcalde formó un grupo de valientes que tras ser bendecidos por el cura partieron hacia el lugar fuertemente armados.
Hacia el mediodía llegaron al punto indicado por el niño, mientras una espesa neblina lo cubría todo. El alcalde y el cura iban al frente y en efecto, al acercarse pudieron ver dos escalones descendentes y las evidentes huellas de caballo.
Fueron descubriendo tierra y al final vieron que había unos cuantos escalones más que acababan llegando a una vieja puerta de madera un par de metros bajo la superficie.
Los hombres hicieron fuerza para intentar abrirla mientras el cura llevaba al frente un gran crucifijo para protegerlos.
Al conseguirlo, les llegó a todos un profundo hedor a humedad y muerte, pero entrando en la estancia que se percibía, todo el grupo, casi veinte personas, avanzó con miedo pero con decisión.
Vieron que estaban en el interior de una cueva que se extendía más allá del alcance de sus velas y hacia el fondo parecía que se vislumbraba algo de luz entre las siniestras sombras, por lo que fueron hacia ese punto.
Entonces el inconfundible relincho del maligno caballo les heló la sangre. La madre tenía razón. Estaban en su guarida.
Llegaron entonces a otra estancia, para contemplar un cuadro realmente aterrador que los clavó al suelo.
El espectral equino, estaba quieto junto a un ataúd cerrado, que era iluminado por algunas velas. Todo allí evidenciaba su antigüedad, había pinturas por las paredes con horribles escenas demoníacas y el par de muebles que se veían parecían tener cientos de años.
Uno de los hombres no pudo más y disparó al caballo con su arma, directamente a la cabeza sin que el ser pareciera darse por aludido, mientras al verlo todos cargaron con sus cuchillos y machetes, a la vez que derribaban el ataúd, para encontrarlo tan solo lleno de maloliente tierra rojiza.
El caballo pareció huir hacia otra galería y mientras los hombres estaban ocupados con el equino, no vieron la amenaza que se les venía encima desde el techo de la cueva.
El vampiro saltó sobre el hombre que había disparado y le mordió en el cuello destrozándole por completo. En ese momento, el cura con una decisión feroz, se abalanzó sobre el ser blandiendo su machete y de un certero golpe logró decapitarlo, tal fue su ímpetu que de hecho decapitó a los dos.
De inmediato otro de los presentes roció los cuerpos con gasolina y otro más tomó una vela de la estancia y la arrojó sobre ellos, haciendo que ardieran en una gran llama, mientras el caballo huía hacia la salida relinchando sin cesar sin que nadie pudiera pararlo.
Cuando todos salieron, el niño y su madre, que por prudencia habían permanecido fuera, les dijeron que el caballo había dado un par de vueltas al árbol y luego se había desvanecido en la neblina, que justo en ese momento comenzó a disiparse dando paso al sol.
Al día siguiente, regresaron para derribar el árbol y rellenar el acceso a la cueva con toneladas de tierra, a la vez que destruían la lápida y la estatua del caballo tras rociarlas con agua bendita.
Por fin la paz volvió al pueblo y sus gentes pudieron comenzar a intentar olvidar la pesadilla vivida en esas semanas.
Pero al cumplirse un año de aquellos hechos, una noche todos despertaron asustados al volver a oír aquellos aterradores relinchos.
Esta vez no hallaron muerto alguno a la mañana siguiente, pero sin perder tiempo un nuevo grupo volvió a encaminarse hacia aquel punto en la ladera.
Cuando llegaron, pudieron observar que la tierra había sido removida y tras cavar en esa zona, quedaron de una pieza al descubrir el esqueleto decapitado de un caballo.
Bajo las indicaciones del cura, que roció abundantemente los restos con agua bendita, los lugareños procedieron a esparcir los huesos por todo lo largo y ancho del monte. Finalmente todos volvieron a la iglesia para celebrar una misa pidiendo protección para el pueblo y sus habitantes.
Desde entonces, nunca volvieron a sufrir incidente sobrenatural alguno y pudieron retornar a sus vidas en paz.
Hasta aquí la aterradora historia, que como decía al principio, se inspire en unos difusos y brumosos sucesos aparentemente ocurridos en el pasado o proceda finalmente de la imaginación de algún autor, me pareció de lo más adecuada para una noche de Halloween.
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