Son muy numerosos los casos de personas que han experimentado fenómenos anómalos en los que se han visto involucradas sus queridas mascotas, para su asombro y en ocasiones incluso miedo.

Pero en algunos otros, estas personas no pueden por menos que creer que sus amiguitos animales intervinieron decisivamente para salvarles, a pesar de que no sean capaces de entender los mecanismos que hicieron todo posible.

Una situación de este tipo la pudo vivir una familia española, que cuenta su historia pero con el deseo de mantener su anonimato, por lo que los nombres que citaré son ficticios, aunque la secuencia de los hechos juran que fue de ese modo.

Nos encontramos en 1995. La familia Martínez vivía en la murciana localidad de Cartagena. Allí comenzó todo a raíz de una mala jugada del destino cuando a su hija pequeña, Laura, le diagnosticaron de diabetes de tipo 1, a sus solo doce años.

Afrontaron el duro golpe y el cambio de rutinas de vida que les representaba, con temor y ansiedad, más si tenemos en cuenta que en aquel año no existían avances que existen hoy y que ayudan en el día a día de los enfermos.

Fueron unas semanas iniciales muy difíciles para todos, por lo que el padre, en la idea de alegrar un poco a Laura, decidió regalarle un perrito, al que llamaron “Toby”.

Desde el primer momento estuvo claro que fue un acierto pleno, pues la niña y el animal se convirtieron pronto en inseparables, lo que sin duda ayudó a la pequeña.

Pero hubo un aspecto con el que la familia sin duda no contaba, pero que se reveló determinante para ellos. El perrito se convirtió en el mejor enfermero para Laura, puesto que para la sorpresa general, demostró tener una increíble capacidad para saber cuándo la niña corría peligro y estaba a punto de sufrir una bajada de azúcar, momento en el que avisaba a la propia pequeña o a cualquier familiar cercano, con estruendosos ladridos y movimientos.

Pronto todos se dieron cuenta y aprendieron también a interpretar los gestos de Toby, que en más de una ocasión evitó un serio problema a la familia, que siempre podía así reaccionar a tiempo.

Ni que decir tiene lo valioso que el can pasó a ser en sus vidas, aunque ninguno fuera capaz de explicar realmente cómo podía hacer lo que hacía, si percibía olores ínfimos, gestos inconscientes o si tenía un sexto sentido.

Hasta en momentos de sueño, Toby había sido capaz de despertarlos ante el peligro que corría la niña con un ataque de madrugada, por lo que ellos no podían sino dar gracias al cielo por haber tenido la idea de traer al fiel perrito a sus vidas.

Lamentablemente, aquella buena situación duró menos de lo que hubieran querido, pues cuatro años después, a principios de julio de 1999, la familia se encontraba pasando unos días de vacaciones en Cabo de Palos y un aciago día, Toby salió corriendo con la mala fortuna de que un coche que pasaba lo atropelló y aunque lo llevaron rápidamente a un veterinario, tan solo pudieron dormirle, pues sus heridas eran muy graves.

Fue un palo tremendo para todos, pero especialmente para Laura, que cayó en un estado de gran tristeza y no quería moverse de su habitación.

Viendo la situación y unas semanas después, con la idea de intentar sobrellevar la situación, el padre decidió que salieran de nuevo unos días, eligiendo esta vez un hotel en la Manga del Mar Menor, en el que cogieron dos habitaciones contiguas.

Fue durante su estancia allí cuando todo lo que habían vivido con Toby alcanzó otro nivel, Su sorpresa, su asombro, su agradecimiento, ante sus maravillosas capacidades y su valiosísima ayuda, quedaron empequeñecidos ante lo que estaban por vivir.

Fue en la madrugada del 13 de agosto, día que se quedaría grabado a fuego para siempre en la memoria de la familia Martínez.

Estando el matrimonio dormido, a ambos les medio despertaron unos ruidos que identificaron como un perro ladrando en la distancia. En principio siguieron intentando dormir, mientras curiosamente los ladridos lejos de dejar de oírse parecían estar acercándose, por lo que terminaron por despertarlos del todo.

De repente y para su espanto, ambos cayeron en la cuenta de que los ladridos se estaban ahora oyendo como si estuvieran dentro de su propia habitación, todavía a oscuras.

Un poco adormilados, encendieron las luces con temor y rebuscaron por la habitación, pero claro, allí no había can alguno. Para rizar el rizo, ambos convinieron en que por si fuera poco esos ladridos les resultaron tremendamente parecidos a los que emitía su añorado Boby, aunque sabían que eso no podía ser.

Se estaban intentando convencer el uno al otro de que todo había sido un mal sueño, a pesar de que les resultaba extraño que hubieran soñado los dos lo mismo y además simultáneamente, cuando la situación se tornó realmente inquietante.

De improviso, volvieron a escuchar los mismos ladridos, pero esta vez venían claramente de la habitación de al lado, la que ocupaba Laura. Como por precaución habían pedido al hotel una segunda llave para esa habitación, rápidamente fueron allí.

Cuando entraron oyeron de nuevo los familiares ladridos como si les conminaran a entrar rápido, pero de nuevo no vieron nada más que a su hija que aparentaba estar dormida, pero al llegar junto a ella vieron que no reaccionaba.

Estaba en shock, pero por suerte llegaron en el momento justo y los sanitarios que acudieron a su llamada de emergencia, lograron estabilizarla de nuevo.

Les comentaron que podían estar agradecidos pues la niña había estado al límite de sufrir la denominada “muerte dulce” y haber dejado este mundo mientras dormía. Un par de minutos más tarde y ese hubiera sido el inevitable desenlace.

En ese momento, los Martínez atribuyeron todo a la suerte y no se atrevieron a contar su experiencia a los sanitarios, sin embargo sí lo hicieron con Laura, cuando aturdida fue despertando.

La joven rompió a llorar emocionada junto a su familia y desde entonces todos ellos tienen la absoluta convicción íntima de que su fiel amigo Toby acudió desde el Más Allá una vez más, para salvar de nuevo a su querida Laura.

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