No cabe duda de que las guerras son episodios oscuros y demasiado frecuentes dentro de la historia de la humanidad. Sobre ellas se han vertido ríos y río de tinta a lo largo de los siglos y en las últimas décadas montañas de archivos sonoros y filmados.

Qué no decir de la guerra de Vietnam, una de las más controvertidas del pasado siglo y por supuesto de las más revisitadas, analizadas y detalladas, a través de todo tipo de medios.

Sin embargo, hay aspectos de este conflicto mucho menos conocidos pero que sin embargo parece sucedieron igualmente y sus protagonistas vivieron a su pesar, aunque en realidad estaban algo lejos del puro desempeño militar diario y de lo esperado durante su realización.

Hemos de observar antes, que por las propias características de la zona de hostilidades en su más amplio término, la guerra de Vietnam presentaba algunos aspectos que la hacían algo particular.

Uno de ellos era que en no pocas ocasiones, el teatro de operaciones de las diversas misiones y escaramuzas se encontraba dentro de zonas de intricada selva virgen casi inexplorada, lo que seguramente fue determinante para que tuvieran lugar sucesos como los que conoceréis ahora.

Sucesos que resultaron ser más abundantes de lo que nadie imaginó, pero que en su gran mayoría quedaron olvidados y sepultados por los propios hechos de la contienda en sí misma y por ello apenas han quedado algunos pocos testimonios que sin embargo pueden hacernos concebir una idea relativamente aceptable de lo que tuvo que ser para los protagonistas enfrentarse a situaciones tan fuera de lo habitual, incluso en un momento tan inquietante de por sí como el estar metido en una guerra.

Para que vayáis poniéndoos en situación, de lo que estoy hablando en realidad es de las diversas ocasiones en las que soldados estadounidenses se vieron enfrentados a extrañas criaturas que para muchos únicamente podían existir en la imaginación.

Son encuentros que fueron detallados con precisión militar en los informes de misión, pero que tal como aparecían eran “archivados convenientemente” de tal forma que la mayoría acabaron traspapelados o directamente perdidos debido a la naturaleza de los hechos que narraban, para, con el paso del tiempo, acabar saliendo a la luz de una manera indirecta, incompleta o por pura transmisión boca a boca entre familiares de los implicados.

Así sucedió por ejemplo con el informe que presentaron los integrantes de la tripulación de un helicóptero que iban a transportar suministros a una patrulla de avanzada. Incrustado con los militares, como se dice en el argot, resulta que al parecer iba también un fotógrafo de guerra que se menciona en dicho informe como la persona que inicialmente tuvo constancia de que abajo había algo extraño.

Según se explicaba, cuando sobrevolaban un pequeño sendero en plena jungla, el fotógrafo le pidió al piloto que bajara un poco más porque le había parecido ver algo inusual que parecía como una gran tubería verdosa, pero que aparentaba estarse moviendo. El helicóptero dio entonces un pequeño giro y volvió a pasar por ese punto casi a ras de los árboles. Todos se esforzaban en mirar hacia el suelo para intentar descubrir qué había visto el reportero cuando de improviso se llevaron el susto de sus vidas.

A unos pocos metros de distancia justo frente al morro de la aeronave, algo enorme surgió por encima de las copas forestales. Con los ojos como platos pudieron ver que lo que tenían delante, por increíble que pareciera, era la cabeza levantada de una desmesurada serpiente. Al pasar a su lado pudieron vislumbrar un enorme cuerpo medio enroscado en uno de los árboles como si se aprestara a saltar sobre ellos.

Dieron otra pasada rápida durante la que los militares comentaron en el informe que el fotógrafo pudo realizar algunas fotos, pero por un comprensible miedo y por la misión que debían cumplir, salieron rápido de la zona hacia su destino original.

Con todo y con eso, la descripción de la criatura en las líneas escritas impresionaba. La cabeza era bastante mayor que la de un caballo con unos fríos ojos de más de medio metro de diámetro, mientras que la longitud total la estimaron en por lo menos treinta metros, con un color verdoso que se camuflaba perfectamente en el entorno.

Al parecer, los militares incluyeron como comentarios que, junto al fotógrafo, habían hablado con algunos aldeanos recabando información y resultó que seres como esos esos no les eran desconocidos y les daban el nombre según transcribieron de “Bull eaters” o “Come toros”, porque atacaban y devoraban su ganado.

Nunca se supo que fue de aquellas supuestas fotografías y de hecho tampoco acabó transcendiendo siquiera el nombre de aquel fotógrafo, ya que no llegaba a mencionarse en el informe, que a su vez acabó medio olvidado, dada la naturaleza de lo que narraba.

Igualmente inquietante es un encuentro detalladamente descrito por el escritor y veterano de guerra Kregg P.J.Jorgenson, en su libro de 2001, “Very Crazy, G.I .: Strange But True Stories of the Vietnam War”, en el que cuenta historias de tinte realmente extraño sobre la contienda.

El hecho al que me refiero se lo relató al parecer el propio protagonista, Craig Thompson, que sirvió con el grado de sargento en la Compañía B, del 2º Batallón del 503 Regimiento de Infantería Paracaidista, perteneciente a la 173 Brigada Aerotransportada.

Según su relato personal, estaba un día de patrulla con su unidad cuando en un momento tranquilo decidieron descansar un poco y refrescarse en una apacible zona del río Bong, por la que transitaban.

Dejaron un par de hombres de guardia en las orillas y el resto se aprestaron a darse un buen baño. En esas estaban cuando algunos soldados repararon en que desde el curso bajo del río parecía que algo nadaba hacia ellos. Cuando llamaron la atención de los demás todos pudieron ver que lo que se acercaba daba la impresión de tener una forma serpentiforme. Pero lo que les asustó de verdad no fue eso, sino su descomunal tamaño.

Cuando ya estaba bastante cerca, pudieron calcular que lo que se les venía encima no tenía nada de habitual. Según Thompson, mediría más de diez metros de longitud y su anchura pasaba del medio metro. Desde luego no era una serpiente normal.

Pero es que además, al acercarse, la criatura sacó toda su cabeza fuera del agua por lo que pudieron ver claramente que tenía una maciza cabeza de tipo cuadrangular, con unas escamas doradas que brillaban extraordinariamente al darles el sol. Poseía además algo como una larga aleta dorsal a lo largo de todo el cuerpo, de un color rojizo oscuro.

Ni que decir tiene que tras el shock inicial de los soldados, su entrenamiento salió a la luz y se aprestaron a ir a por sus armas para defenderse de esa aparente amenaza. No tuvieron tiempo de usarlas ya que la extraña criatura, tan rápidamente como había aparecido y como si también ella misma se hubiera sorprendido a su vez por la presencia humana, desapareció en el fondo y a pesar de su tamaño no la pudieron localizar ya.

Pero no eran estos ni mucho menos los únicos informes medio perdidos por narrar cosas aparentemente nada normales, pues aparte de serpientes descomunales, no faltaban otras narraciones de misión que hablaban de encuentros con gigantescas arañas.

Por ejemplo, en otro de estos informes proscritos, se habla de una patrulla de cinco hombres que mientras exploraban una sección de jungla casi impenetrable se vieron sorprendidos por una zona en la que los árboles y arbustos se veían medio cubiertos por lo que parecían telas de araña. No tardaron efectivamente en encontrar a las propietarias que describieron de cuerpos más grandes que platos de comida y patas de unos ochenta centímetros.

En otros informes se menciona incluso a soldados que abrieron fuego contra arácnidos similares para constatar que las criaturas resistían las balas de sus M16 de una manera inusual y lograban huir en la espesura a pesar de que les vaciaron cargadores enteros.

Con todo y con eso, podría argumentarse que, quitando sus tamaños increíbles, seres como las serpientes y las arañas no tienen nada de raro en la jungla, por lo que perfectamente podría haber de una manera natural especies de un tamaño superior en zonas remotas.

Tampoco faltaron narraciones de criaturas con aspecto de paquidermos vislumbradas entre la vegetación, pero evidentemente sin ser elefantes o rinocerontes, y sí, en algunas ocasiones surgió la palabra “dinosaurio”.

Sin embargo es más curioso, o inquietante, constatar que de todos los testimonios diseminados a lo largo de los años de duración de la guerra como piedrecitas en el camino, hay una categoría que resultó la más prolífica en cuanto a supuestos avistamientos y es la que detalla encuentros en zonas diferentes con criaturas medio animales, medio humanas o incluso podríamos decir, extraterrestres.

Por ejemplo, se presentaron no pocos informes que hablaban de encuentros con una especie de simios humanoides, al estilo de los Yetis, que para el folklore local no eran para nada desconocidos.

Se trataba, según estas antiguas tradiciones, de la “Gente del Bosque”, los Nguoi Rung. En cuanto al aspecto recordarían a los orangutanes y rondaban el metro y medio de altura. Se les atribuía una inteligencia y organización social básicas y eran considerados como espíritus de la selva.

Fueron rebautizados por los americanos como “Simios de roca”, supuestamente por su habilidad para lanzar rocas a los soldados como método de defensa y son muchos los informes de tropas, especialmente unidades de avanzadilla o exploración, que relataron encuentros con estas criaturas, relatos que resultan más extraños si tenemos en cuenta que Vietnam no cuenta con simios de gran porte entre su fauna salvaje.

Pero mucho más aterradores son algunos informes que narraban no únicamente el encuentro con seres de aspecto decididamente extraterrenal, sino incluso acciones de combate contra ellos.

A este capítulo pertenece sin ir más lejos el incidente que vivió una patrulla de operaciones especiales que andaba a la caza de un grupo del Vietcong, el 17 de diciembre de 1974. Ese día se movían siguiendo el curso de un pequeño río en una zona de frondosa jungla cuando arribaron a un punto en el que rápidamente les llamó la atención el tremendo silencio reinante.

Acostumbrados a los mil y un sonidos de la jungla, se dieron cuenta de que algo no iba bien, por lo que hicieron un perímetro de seguridad y enviaron por delante un par de exploradores que volvieron sin haber podido ver nada que explicase ese agobiante silencio.

Continuaron avanzando y un poco después encontraron la primera cosa extraña. Al pie de un árbol pudieron ver lo que parecía un montón de excrementos de gran tamaño de algún animal que no pudieron identificar. De pronto todo se complicó. El silencio se tornó en escándalo cuando de la vegetación circundante comenzaron a escuchar agudos chillidos desde todas direcciones.

Sin tiempo para más, del espejo follaje comenzaron a surgir unas increíbles criaturas de aspecto entre simio y humano, de un irreal color amarillo brillante y con horribles manos de tres dedos con agudas garras. Para terminar el cuadro de horror, estimaron que estaban cerca de los dos metros y medio de altura y sus facciones eran completamente planas con grandes ojos redondos y únicamente dos aberturas como nariz.

Al principio se quedaron allí plantadas, sin más, observando a los soldados y entonces el jefe de patrulla ordenó a sus hombres avanzar de inmediato para alejarse de allí cuanto antes, sin dejar de echarles el ojo encima.

Al principio nada sucedió, pero cuando se habían alejado unos centenares de metros, pudieron oír ruidos entre la vegetación y se dieron cuenta de que los estaban siguiendo y cada vez a más velocidad.

La patrulla entonces cambió de táctica y se dispuso en posición defensiva con sus armas listas. En segundos se vieron atacados por los extraños seres que se abalanzaron sobre ellos. Los soldados abrieron fuego de inmediato contra los atacantes, pero pronto comprobaron que a pesar de estar sin duda acertando, sus armas no parecían ser especialmente letales contra esos seres, que poco menos que se bamboleaban y detenían un poco al recibir los impactos, pero no llegaban a caer mortalmente heridos.

Ante eso, decidieron retroceder a la carrera hacia su punto de origen, donde habían dejado unos botes amarrados, mientras no cesaban de realizar fuego de cobertura para al menos retrasar a las criaturas y que no les alcanzaran. Al final lograron llegar hasta allí y embarcaron a toda prisa para huir por el río. Al irse alejando pudieron vislumbrar, cómo, parados en la orilla, más de una veintena de aquellos amarillos seres les observaban amenazantes.

También se vio en apuros otra patrulla similar en una remota región del sur de Vietnam a finales de 1970. Cuando estaban acampados una noche, los vigías detectaron movimiento unos metros por delante de su posición, alertaron entonces a todo el grupo que su ocultó en posición defensiva. Estuvieron así cerca de media hora, pero no sucedió nada, por lo que el jefe de patrulla, pensando que podían ser enemigos, dio orden de avanzar hacia la zona.

Acabaron encontrando una pared de rocas y al inspeccionarla vieron lo que parecía la entrada a una gran cueva, pero les llamó la atención que tenía un aspecto como artificial al estar bastante recta y alisada. Sabedores de que el Vietcong se ocultaba a menudo en cuevas y túneles para intentar eludir los ataques aéreos, pero sin querer introducirse en ese entorno oscuro y posiblemente hostil, decidieron apostarse en los alrededores y cubrir esa salida a la espera de quiénes pudieran salir por ahí.

Con las primeras luces del amanecer algo pareció suceder, pues del interior de la cueva comenzaron a llegarles algunos ruidos, lo que hizo que la patrulla se pusiera en máxima alerta.

Poco a poco y a medida que se acercaba a la entrada, comenzaron a vislumbrar una silueta de tipo humano que avanzaba hacia el exterior. Pero a medida que lo iban teniendo más cerca, se dieron cuenta de que en realidad el ser era algo extraño, pues se movía de una manera bamboleante nada natural y además daba la impresión de superar los dos metros de altura.

Cuando por fin salió al exterior frente a sus posiciones, quedaron pasmados. El ser parecía ser más bien algo como una especie de lagartija bípeda con una piel negra como la obsidiana y escamosa como la de los reptiles. Aunque sus extremidades recordaban a las humanas, terminaban en afiladas garras y sus ojos recordaban a los de las serpientes. Además, iba vestido con algo así como una liviana túnica de color verdoso que le llegaba hasta los tobillos.

Mientras los soldados observaban estupefactos, un segundo ser apareció a la entrada de la cueva y entonces comenzaron a comunicarse entre ellos con agudos silbidos que helaban la sangre.

Y entonces, sin que nadie diera la orden pero quizá por la tensión del momento, uno de los soldados abrió fuego. Una milésima de segundo después se desató el caos. Al unísono y respondiendo por instinto, toda la unidad abrió fuego a la vez. El perímetro quedó barrido en segundos por el fuego cruzado y durante unos instantes el estruendo de los disparos se impuso, hasta que por fin el jefe de patrulla se pudo hacer oír ordenando el alto el fuego.

Cuando inspeccionaron la destrozada zona, comprobaron para su asombro que ninguno de los seres estaba allí abatido, por lo que asumieron que de alguna increíble forma habían logrado burlar el aluvión de balas para volver al interior de la cueva.

Esperaron a pie firme algún posible contraataque pero nada más sucedió. Decidieron no internarse en la cueva y salir de aquella zona para no volver. Eso sí, antes de retirarse procedieron a cegar la entrada de la cueva con explosivos para impedir que les persiguieran posteriormente.

Tampoco tiene una explicación fácil el incidente que a finales de verano en 1971, comunicó un cabo de los marines de nombre Earl Morrison, destacado entonces en una base a las afueras de la localidad de Da Nang. Estaba una noche de guardia junto a dos soldados cuando de repente pudieron contemplar un extraño resplandor en una zona del cielo. Se dieron cuenta de que la fuente era algo que se movía por el aire en su dirección y cuando les acabó sobrevolando a baja altura quedaron conmocionados.

Lo que les pasó por encima era una especie de humano, más bien humana, pues tenía los atributos de una mujer, con un cabello largo del mismo color negro que su piel, desnuda y con un extraño resplandor verde que la rodeaba y parecía originar ella misma. Lo mejor de todo eran sus enormes alas similares a las de un murciélago.

Les sobrevoló en círculos a menos de cinco metros de ellos y sin hacer el más mínimo ruido con sus alas, como si pensará qué hacer. Los soldados únicamente miraban embobados sin hacer nada, hasta que dos o tres minutos después y tan enigmáticamente como había aparecido, la extraña mujer voladora se alejó por el cielo hasta perderse de vista.

Cuando, no sin la necesaria prudencia para algo tan extraño, comentaron su avistamiento con algunos lugareños, les dijeron con seguridad que habían sido testigos de la aparición de una “Aviadora nocturna”, habitual de su folklore, que las identifica como unas enigmáticas mujeres volantes que atacan por la noche a los incautos en los caminos solitarios.

Son unas cuentas muestras de situaciones extraordinarias que sucedieron entonces y que el propio devenir de la guerra con todo lo que conlleva, silenció en su mayoría pues no encajaban con lo que se esperaba.

Desde luego ahora es muy difícil poder investigar a fondo, ante informes clasificados, perdidos, incompletos, faltantes, no verificados o ignorados, pero parece claro que sí que sucedieron cosas inesperadas durante la guerra de Vietnam.

Tampoco parece probable que en una situación de tensión como una guerra y con vidas en juego, hubiera un batallón de bromistas que pretendiera tomar el pelo a sus mandos pergeñando informes de ciencia ficción a propósito, con las consecuencias que les podía ocasionar.

Sí quizá pudiera haber sucedido que, precisamente por la tensión del combate, algunos informes reflejaran más bien errores de interpretación involuntarios de sus autores, pero la realidad es que por ahí desperdigadas circulan demasiadas historias como para que todas fueran puras invenciones. Aunque todo eso se ha convertido ya en otro misterio, en otro secreto más, de los que acaban existiendo en toda guerra.

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