Por tierras danesas
En los países escandinavos no faltan historias y leyendas sobrenaturales y por supuesto las hay con protagonistas animales.
Hoy me quiero centrar en relatar algunas curiosas, que tienen como marco geográfico común un país concreto: Dinamarca.
Por ejemplo, son conocidas las historias que circulan por una buena parte de la zona rural del Oeste del país según las cuales en las noches oscuras puede uno tener el infortunio de cruzarse por sus caminos con unos misteriosos ejemplares de grandes y fuertes perros negros que patrullan sigilosos a la espera de poder abalanzarse sobre cualquiera que pillen desprevenido.
Son leyendas que circulan desde el siglo XVII y que aún están arraigadas entre los campesinos de la zona como muestra el hecho de que todavía es costumbre en las granjas dejar abiertas las verjas de comunicación con las tierras vecinas durante la noche para facilitar el tránsito de los perros negros, pues de lo contrario podrían ocurrir sucesos sangrientos en la granja que las cierre.
Tampoco tendrá un encuentro afortunado quien paseando cerca de un cementerio se tope con la aparición de una oveja espectral que avanza penosamente arrastrando sus patas, pues eso significará que la muerte llegará muy pronto para el desdichado testigo, quizá al día siguiente.
Los guardianes de las iglesias, como son conocidos estos espectros, tienen su origen en una antigua tradición que estuvo bastante extendida en tierras danesas hasta casi el siglo XIX y que afortunadamente ya no se practica pues resultaba una auténtica barbaridad.
Al parecer, cuando se iba a construir una nueva iglesia, que solía tener también un cementerio anexo, los lugareños enterraban vivo un cordero al que también le rompían las patas, con el objeto de que estando entre los vivos y los muertos se convirtiera en el guardián de la iglesia y su cementerio, velando por los allí enterrados.
Por suerte como decía antes tan brutal práctica ha desaparecido, pero la leyenda aún hace mirar a un lado y a otro a quienes pasan por los alrededores de un cementerio y temen encontrarse con el espíritu de algún guardián.
Mientras, también los perros son protagonistas en otro fenómeno que se puede experimentar entre las ruinas del castillo de Gurre, situado en el Norte de la isla danesa de Zealand.
Allí según cuentan es posible oír el ruido producido por grupos de perros a la carrera que sin embargo no llegan a hacerse visibles en ningún momento.
Y en la capital del país, Copenhague, si visitamos el castillo de Rosenborg, famoso sobre todo por albergar las joyas de la familia real danesa, quizá tengamos la suerte de observar en alguno de los rincones un pequeño y encantador gatito gris tranquilamente sentado o dormitando. Podría pensarse que es un gatito callejero que se ha colado en el castillo, sin embargo, en realidad el gatito gris lleva más de 200 años viéndose por los corredores y pasillos. Incluso algún empleado de las instalaciones ha podido verlo desvanecerse ante sus ojos.
Hay también otro castillo en Copenhague con una historia parecida. Se trata del castillo de Frederiksborg, aunque en esta ocasión el protagonista en lugar de un gatito gris es un pequeño perrito blanco, que dicen puede verse jugando y saltando por las estancias del piso superior, donde ha sido observado en ocasiones por los cadetes que las ocupan al ser el castillo actualmente la escuela de oficiales del ejército danés.
Lo curioso de estas dos parecidas historias aparte de suceder también en ubicaciones similares como un castillo, es que para ambas la tradición popular cuenta con un emparejamiento personal para los dos animales.
Aunque a ciencia cierta no se sabe muy bien el porqué de estas asociaciones tan precisas, del gatito se dice que es el espíritu del rey danés Cristian IV, muerto en 1648, mientras que el perrito se identifica con el espíritu del también rey Frederik VIII, que murió en 1912.
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