Todos, en mayor o menor medida según lo aficionados que seamos, conocemos historias y hazañas referidas a lo que genéricamente se ha venido a denominar “La conquista del espacio”.

No hay duda de que a los esforzados astronautas de las diversas naciones que se han puesto a ello, en estas décadas les ha pasado de todo.

En el recuerdo global están ya imborrables momentos como los vividos por la tripulación del Apollo XI y su llegada a la Luna, los de suspense que nos proporcionaron los astronautas del Apollo XIII (Houston, tenemos un problema) o incluso los trágicos instantes de la súbita desaparición de las tripulaciones de las lanzaderas Challenger o Columbia.

Sin embargo, posiblemente ninguno de los hitos conseguidos por el ser humano en todos estos años hubiera sido posible sin el concurso previo de algunos héroes animales, que incluso a su pesar resultaron ser decisivos para poder avanzar hasta donde estamos hoy en día.

Hoy quisiera recordar a aquellos amigos de cuatro patas que, sacrificando su vida en no pocas ocasiones, fueron pioneros imprescindibles para nuestros logros.

Y lo haré concretando con tres de ellos, representantes de especies diferentes y también con diferentes experiencias, aunque todos con el mismo mérito. El primero bastante conocido, la segunda, sin duda, la más famosa y la tercera la más injustamente olvidada.

Cuando los Estados Unidos empezaban a vislumbrar ya la posibilidad tecnológica de poner seres humanos en el espacio, quisieron antes hacer los correspondientes ensayos y pruebas para asegurar en la medida de lo posible el éxito de tal empresa.

Ham preparado.Pero al no querer arriesgar vidas humanas en esa etapa previa, decidieron ayudarse con lo más parecido que pensaron podían utilizar y la elección recayó en unos parientes primates; los chimpancés.

De esta forma, a principios de los años 60 del pasado siglo XX, comenzaron una serie de pruebas comandadas desde el Centro de Medicina Aeroespacial de la base de la Fuerza Aérea de Holloman, en el estado de Nuevo México.

Finalmente acabaron seleccionando a un grupo de seis chimpancés, que presentaban la tasa más alta de aprendizaje y habilidades.

Y de todos, los científicos terminaron eligiendo a uno llamado “Ham” (Como acrónimo del Holloman Airspace Medical Center), que sin saberlo se iba a convertir en el primer homínido en viajar al espacio. De esta forma, el 31 de enero de 1961 y dentro del denominado Proyecto Mercury, el simio fue lanzado hacia las nubes.

Ham de vuelta.No sin algunos problemas, como un exceso de velocidad en el cohete, o el agotamiento del oxígeno líquido, el vuelo se acabó completando y tras una duración de 16 minutos y 39 segundos, Ham amerizó de vuelta en el océano Atlántico.

Había tenido que enfrentarse a retos extras inesperados debidos a los problemas a bordo, como un período de ingravidez algo mayor del estimado, una desaceleración en la llegada muy superior a la calculada o la inundación de su cápsula una vez amerizó, pero a pesar de todo y del viaje en sí mismo, el chimpancé estaba en buen estado de salud.

Durante los siguientes meses le siguieron controlando para verificar que no hubiera efectos secundarios posteriores, pero dada la celebridad que había logrado y el interés del público, finalmente se decidió que se había ganado un cómodo retiro, siendo trasladado al Zoológico Nacional de Washington DC, en donde vivió los siguientes 17 años. Posteriormente fue trasladado al zoológico de Carolina del Norte, en donde estuvo ya hasta su muerte en 1983.

Ham memorial.Fue enterrado con todos los honores en el “International Space Hall of Fame” del Museo de Historia del Espacio de la NASA, en Alamogordo, Nuevo México.

Mas el bueno de Ham no llegó a ser el primer ser vivo que anduvo por el cosmos, ya que ese título le correspondió a una humilde perrita, sin duda famosa a nivel universal; hablo, como no, de “Laika”.

Un poco antes que los americanos, los rusos también se estaban preparando para enviar hombres al espacio y como ellos se habían enfrentado a los mismos problemas y retos. También como los primeros, decidieron que había que hacer pruebas con otras especies, solo que los rusos decidieron experimentar con perros en lugar de chimpancés.

Laika.En este caso, hubo cuatro canes finalistas de los que se eligió a Laika (Ladradora en ruso). Y lo cierto es que en el lanzamiento se adelantaron a sus competidores estadounidenses, como ya hicieron con el Sputnik, el primer satélite artificial, que pusieron en órbita en octubre de 1957.

Menos de un mes después, el 3 de noviembre, Laika vería cómo el cielo se acercaba a toda velocidad desde su cápsula Sputnik 2, tras despegar propulsada por un cohete R7, que debía llevarla a una órbita estable en la que se había previsto que la perra se mantuviera viva una semana antes de producirla una eutanasia a distancia pues entonces la tecnología rusa no permitía el regreso de la nave.

Sin embargo y desgraciadamente para el animal, las cosas no salieron así en absoluto, provocando que, según confesaron algunos científicos años después, la pobre Laika únicamente lograra mantenerse con vida unas pocas horas.

Ya de entrada, el corazón del animal se aceleró mucho más de lo que se había previsto durante el despegue, aunque parece que logró recuperarse al llegar a la órbita, pero un fallo en el cohete hizo que la última parte no llegara a desprenderse, lo que produjo que el calor dentro de la cápsula se hiciera insoportable, además la construcción de la nave se acabó revelando defectuosa especialmente en el aislamiento, por lo que Laika no pudo resistir.

Laika preparada.Lo peor es que según las fuentes no tuvo tampoco una muerte agradable, pues debió perecer por deshidratación y calor extremo. Fueron los resultados de las prisas propagandísticas de la Rusia comunista por intentar ganar etapas a los norteamericanos.

Con todo y con eso y por ese afán propagandista inherente al comunismo, los rusos vendieron entonces el viaje como un gran éxito, manteniendo que todo había ido de perlas y que efectivamente Laika había muerto de una manera indolora el octavo día, tal como estaba previsto. Su cuerpo resultó desintegrado junto con la cápsula en la reentrada en la atmósfera el 14 de abril de 1958.

Posteriormente, en agosto de 1960 y con una tecnología algo más avanzada, los rusos sí consiguieron poner en órbita y hacer volver vivas a otras dos perritas, aunque previamente habían fallado con otras dos un mes antes.

Laika homenaje.Cierto es también que tras su odisea, los soviéticos dieron a la perrita Laika el tratamiento de heroína nacional, contando también ella con un monumento en su recuerdo y honor en la entrada del Instituto de Medicina del Espacio de Moscú. No hay duda de que en cuanto a la carrera espacial es sin duda el animal más conocido en todo el mundo.

Pero en esta entrada hay una tercera protagonista, mucho más desconocida pero que sin embargo, a su manera también es excepcional puesto que se trata de la única en su especie que ha viajado por el espacio. Hablo de la gata “Felicette”.

Pues sí, seguro que muchos conocíais el hecho de que en la carrera espacial habían participado monos y perros, o para ajustarnos más a la realidad, habíamos hecho participar, pero es posible que la mayoría desconocierais que también una representante gatuna formaba parte de ese selecto club.

Y además, en este caso no fue ninguna de las dos potencias, ni americanos ni soviéticos, la que decidió ese hecho, sino que fueron los franceses. Los galos también querían hacer sus pinitos en la conquista espacial y como todos empezaron utilizando animales para sus pruebas iniciales. Su originalidad residió en que ellos eligieron utilizar gatos.

Tras las consabidas pruebas de rigor, se quedaron con un grupo de catorce animales, que presentaban buenas cualidades. Hay versiones que hablan de que los mininos eran gatos callejeros capturados para la ocasión mientras que por otro lado se decía que procedían de criadores especialmente seleccionados.

Felicette y su cohete.Sea como fuere, el caso es que por sus capacidades y comportamiento, la elegida finalmente fue la simpática Felicette, que tuvo sus momentos de gloria el 18 de octubre de 1963 cuando fue lanzada al espacio desde una base militar en la localidad argelina de Hammaguir.

En este caso, el viaje fue más breve ya que tras únicamente unos minutos de vuelo que no llegaron ni siquiera a la media hora y tras alcanzar un techo de unos 157 kilómetros de altura, la cápsula regresó a la Tierra, aterrizando perfectamente gracias a sus paracaídas integrados.

Felicette sobrevivió sin mayores complicaciones y por unos meses estuvo viviendo al cuidado de los científicos que pretendían seguir ampliando sus conocimientos con vistas a posteriores viajes. Pero desgraciadamente ese afán de conocimientos acabó causando que decidieran sacrificarla para poder estudiar también los efectos del viaje en su interior.

Felicette sellos Félix.Su historia pasó así a la leyenda, pero lejos de ser recordada con grandes honores como los que reservaron a Ham o Laika, casi cayó en el olvido, quitando algunos recuerdos por ejemplo en tiradas de sellos, especialmente de algunos países ligados con el pasado colonial francés, si bien curiosamente en todos ellos la gata pasó a ser un macho y su nombre fue cambiado por “Félix”.

Por eso, a pesar de ser Felicette el único gato que ha viajado hasta ahora al espacio, no es sin embargo un nombre tan conocido como pudiera esperarse.

Hasta hace unos pocos meses, cuando un empresario llamado Matthew Serge Guy, lanzó una campaña en redes (#AstrocatStatue), acompañada de una propuesta de crowdfunding con el objetivo final de recaudar fondos que permitan erigir una escultura en honor de la valiente Felicette, para otorgarle el lugar que también merece en los anales de la exploración espacial

Felicette.Si todo llega a buen puerto, la conocida escultora británica Gill Parker, sería la encargada de crear esa obra homenaje, que se instalaría en un lugar todavía por determinar de la ciudad de París. Al final del texto podréis ver un vídeo explicando esta campaña (en inglés con subtítulos en inglés).

Sirvan las historias de estos tres amigos animales, Ham, Laika y Felicette, en representación de todos los demás de esas y diversas especies, como reconocimiento y agradecimiento por toda la ayuda y los servicios que nos han prestado a nosotros como humanos para poder avanzar en la exploración espacial.

Con más motivo si cabe, si tenemos en cuenta que nunca les dimos la opción de elegir si querían hacerlo, lo que no impidió que intentaran adaptarse valientemente a nuestros requerimientos.

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