Ocho patas para estas fechas
Como no podía ser menos, no puedo sustraerme a las fechas en las que estamos y por ello os quiero contar una historia que tiene sin duda mucho que ver con ellas.
Muchos andamos atareados estos días en la decoración de nuestro árbol de Navidad, tradición que en su concepción cristiana actual parece tener su origen en los antiguos pobladores alemanes.
Dentro de los adornos que todos solemos poner, aparte de las consabidas bolas y otras figuras colgantes, no pueden faltar las brillantes tiras de espumillón o cintas rodeando el árbol.
Pues bien, la historia que os contaré hoy, viene también de la antigua Alemania y explicaría precisamente el porqué de esas cintas y esos espumillones, recubriendo nuestro árbol de Navidad.
Según cuentan las venerables tradiciones, había un recóndito pueblito ubicado entre imponentes montañas nevadas. En una de sus casas, una sencilla familia se disponía a preparar sus enseres navideños con la habitual ilusión.
Previamente emprendieron la tarea de dejar la casa como los chorros del oro para que todo luciera mejor. Sin embargo no se habían fijado en que unas pequeñas habitantes compartían la casa con ellos.
Así era. En una esquina de su salón, ocultas por la parte alta del aparador, vivía una pequeña colonia de arañas de patas largas que hacían su vida al resguardo del mueble y sin molestar a la familia.
Sin embargo, con la campaña de limpieza emprendida en la casa, las telas que habían tejido fueron destruidas, si bien los humanos no lo hicieron con mala intención y además las arañitas tuvieron tiempo de ponerse a salvo en la parte más alta del techo, entre las vigas.
Ajenos al suceso, la familia dispuso todos sus adornos, incluido por supuesto su árbol de Navidad que intentaron decorar de la mejor manera posible.
Llegó así la Nochebuena y todos cenaron juntos y disfrutaron de estar en familia, riendo y cantando felices. Cuando terminó la velada, se fueron a dormir satisfechos y esperando la llegada de Santa Claus.
Mientras tanto, aprovechando la oscuridad y ya de madrugada, las arañitas pudieron acercarse al árbol que tanto les había fascinado desde que los humanos lo colocaron, subiendo y bajando entre todas sus ramas con la ayuda de sus telas, mientras admiraban cada uno de los adornos. En el proceso y sin que se dieran cuenta acabaron cubriendo el navideño árbol de una gigantesca tela de araña.
Y tan entretenidas estaban que ni siquiera advirtieron que por la chimenea había aparecido un inconfundible personaje. Había llegado Santa Claus, que no pudo evitar quedarse de una pieza cuando advirtió que el árbol en dónde iba a dejar los regalos que traía estaba cubierto por una refinada telaraña.
Pero lejos de enfadarse, Santa quedo maravillado del trabajo realizado por las humildes arañas y se dirigió a ellas para preguntarles si les gustaría quedarse a vivir en ese árbol para siempre. Los animalitos no dudaron a responder que sí con gran alegría.
Entonces Santa Claus tocó el árbol y le trasladó toda su magia navideña. Al instante se obró el prodigio y las arañas se convirtieron en preciosos adornos dorados, mientras que su tela quedó transformada en brillantes guirnaldas y cintas que embellecieron todavía más al árbol de la familia.
Ni qué decir tiene que cuando todos despertaron a la mañana siguiente y corrieron hacia el árbol, quedaron doblemente encantados, primero por los regalos recibidos y luego por lo bonito que ahora lucía su árbol.
Desde entonces, en las casas alemanas no faltan adornos en forma de araña y espumillones y cintas alrededor de sus árboles navideños.
Hasta aquí la historia de origen alemán. Sin embargo, es curioso que no demasiado lejos, en concreto por Ucrania, existe otra tradición que aunque es ligeramente diferente tiene también a las arañas como protagonistas.
En este caso se nos cuenta que en un remoto pueblo rural vivía una viuda con sus hijos. No contaban con recursos por lo que estaban en la pobreza y por ello nunca habían podido celebrar la Navidad.
Un día, llevada por un pajarillo, en su patio cayó una semilla de abeto, que acabó por germinar y convertirse en un pequeño árbol. Para la familia, cuando tuvo una mínima altura resultó emocionante, pues ya pudieron tener su árbol de Navidad.
Lo malo es que debido a su pobreza seguían sin poder adornarlo en forma alguna. Pero esa Nochebuena, la humilde viuda y sus hijos iban a encontrar unos inesperados aliados arácnidos.
Porque una colonia de arañas que vivía en las inmediaciones decidieron hacer algo para alegrar a la buena familia y durante la noche tejieron todo un entramado con sus telas de forma que el árbol quedo bellamente cubierto.
Cuando todos se levantaron, quedaron impresionados y agradecidos con el trabajo de las arañitas, pero ahí no acabó todo, porque cuando el sol invernal logró abrirse camino e iluminó el patio, ocurrió algo completamente increíble.
Al tocar los rayos del sol la frágil tela, toda ella se transformó en una tela de araña de oro puro, que terminó para siempre con las dificultades económicas de la familia. Ellos, por otra parte, nunca dejaron de colocar con ilusión su árbol de Navidad con telas de araña simuladas, para recordar su buena fortuna y a sus amigas arácnidas.
Por ello, en muchas regiones de Ucrania, es tradición decorar los árboles con brillantes adornos dorados con forma de arañas y de telas de araña.
Sin duda son tradiciones muy de estos días, que espero os hayan parecido bonitas y que me sirven para aprovechar y desearos a todos unas muy felices Fiestas Navideñas.
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