Mensajeros del infortunio
Muchas leyendas hablan de animales específicos que se aparecen cuando uno de los miembros de una familia concreta muere.
El obispo de Salisbury (condado de Wiltshire, Inglaterra) enfermó súbitamente en 1414, durante una visita para participar en el histórico Concilio de Constancia. A pesar de las atenciones, el obispo murió.
El cuerpo fue llevado a un gran vestíbulo en capilla ardiente. Esa noche una bandada de aves se posó en el tejado y permaneció allí hasta la mañana siguiente. Nadie pudo identificar la especie a la que pertenecían. Según las llegaron a describir, parecían albatros con grandes cuerpos y deslumbrantes alas blancas que sin embargo no batían para volar. Se sabe que los albatros vuelan largas distancias planeando aprovechando las corrientes marinas y por tanto sin batir las alas, pero ¿por qué iban a converger esas aves marinas en el techo de ese vestíbulo y en el momento preciso en el que un importante religioso estaba de cuerpo presente?
Los autores John Michell y Robert Rickard afirman en su libro “Phenomena, A Book of Wonders” (1977), que la muerte de cada obispo de Salisbury se ha visto acompañada desde entonces por la presencia de extrañas aves blancas. Por ejemplo, en 1885, mientras el entonces obispo yacía moribundo en su palacio, su hija las vio revoloteando sobre los jardines.
De la misma forma, el 15 de agosto de 1911, una mujer descubrió dos extrañas aves blancas cerca de Salisbury y notó que sus alas no se movían al volar. Cuando llegó a su casa le contaron que el obispo acababa de fallecer inesperadamente.
Por otro lado, los recuerdos de la nobleza europea también abundan en relatos de misterios del mismo corte, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días, como por ejemplo la leyenda de los zorros de Gormanston.
Siempre que en el castillo de Gormanston ubicado en el condado de Meath en Irlanda, va a morir un Lord de Gormanston, la edificación se ve rodeada de zorros. Todos los habitantes de la zona conocen la leyenda, cuyo origen se pierde en el más remoto pasado.
El día de la muerte del 12º Vizconde en febrero de 1860, unos cazadores regresaban de su partida sin haber podido ver un solo zorro, hasta que en el pueblo les comentaron con la mayor naturalidad que no tenía nada de extraño pues habían acudido todos al castillo para ver morir al viejo Lord.
En septiembre de 1876, Lady Gormanston observó una manada de zorros pegada a las verjas del castillo. Su marido, el 13º Vizconde, murió esa misma noche. Y los zorros fueron vistos de nuevo siguiendo el cortejo fúnebre en su trayecto al cementerio.
Cuando en 1907 murió el 14º Vizconde una manada de zorros estuvo merodeando toda la noche en torno a la capilla en donde estaba el cuerpo sin que los esfuerzos de los empleados por ahuyentarlos dieran fruto.
Y, aún más, La noble familia Arundell de Wardour, también en el condado inglés de Wiltshire, tenían así mismo su propio cortejo, pues tras la muerte de cualquier miembro de la familia siempre se veían a dos búhos fantasmas posados en las almenas del castillo de Wardour.
Esas apariciones cesaron para siempre en 1944, cuando con la muerte del último lord Arundell se extinguió el título y la saga familiar.
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