Harry Price.Hoy comenzaré haciendo referencia a uno de los más conocidos investigadores de todo tipo de fenómenos extraños durante las primeras décadas del siglo XX. Hablo del británico Harry Price (1881-1948).

Participó en innumerables experimentos y pruebas, publicando también varios libros que se hicieron muy populares, sobre sus diversas investigaciones.

No voy a extenderme ahora en todos sus datos biográficos y curriculares, fácilmente accesibles por diversos medios, pero recordaré a modo de pinceladas sus estudios con diversas personas dotadas de capacidades mediúmnicas o como su caso de más repercusión, sus experiencias en la famosa “Rectoría Borley” en Essex, que tras la publicación en 1940 del libro de Price explicando sus impresiones, comenzó a ser conocida como la edificación más encantada de Inglaterra.

Si bien es cierto que la mayoría de las veces el británico anduvo tras la pista de espíritus, hubo alguna ocasión en la que también tuvo tiempo para dedicarse a casos más peregrinos, como uno en concreto del que me gustaría hablaros ahora.

Isla de Man.La historia parece ser que tuvo su origen allá hacia finales del año 1931, en tierras de la Isla de Man, que se encuentra localizada en el Mar de Irlanda, si bien pertenece administrativamente a Gran Bretaña.

Cerca de la costa se ubicaba una granja llamada “Cashen’s Gap”, que era el hogar de la familia Irving, formada por James y Margaret, los padres, su hija Voirrey, que entonces contaba con trece años y su simpática perrita, “Mona”, que también tendría parte en la historia.

Hacían una vida tranquila, hasta que, sin que ellos lo esperaran, lo desconocido llamó a su puerta. Todo comenzó un día indeterminado de otoño cuando comenzaron a escuchar una especie de gruñidos que provenían de su ático, tampoco le dieron una excesiva importancia pues pensaron que algún animalillo silvestre lo había elegido como refugio.

Sin embargo, según cuenta la familia, con el paso de las semanas los ruidos experimentaron una especie de mutación como si se estuvieran transformando en los primeros balbuceos de un bebé humano. En alguna ocasión subieron hasta el ático, diáfano y sin ocupar, en busca del posible autor de los ruidos, pero no lograban ver nada nunca.

Pero para su asombro, algo absolutamente increíble iba a suceder un tiempo después, puesto que aquellos sonidos fueron evolucionando todavía más hasta convertirse, por inverosímil que les pareciera, en una voz que hablaba en un perfecto inglés y que comenzó a comunicarse con ellos, si bien no conseguían ver en forma alguna al ser que con ellos hablaba.

James y Voirrey en casa.Con el paso de los días las conversaciones entre la familia y su “invitado” fueron haciéndose más fluidas y el colmo de lo imposible llegó cuando por fin el extraño se identificó a sí mismo indicando que su nombre era “Gef” y era nada menos que una mangosta, nacida el 7 de junio de 1852 en tierras Indias y que llegó a su isla en un barco.

Ante esto, la buena familia pensó que se les rompían todos los esquemas. ¡Un animal les hablaba! Un animal encima, que ni siquiera era miembro de la fauna local sino que era originario de la otra parte del mundo y encima les transmitía tener nada menos que casi ochenta años de edad. No es de extrañar que la buena gente llegara a pensar en presencias demoníacas.

Sin embargo, dado que el supuesto animal no daba muestras de representar ningún peligro, acabaron tolerando su presencia. Durante esos meses siguientes, el padre intentó varias veces tender trampas a Gef para poder ver al animal, aunque no tuvo éxito, pero curiosamente su hija Voirrey, sí parece que logró verle casualmente en un par de ocasiones o más bien el animal se le mostró a ella intencionadamente.

Con su descripción el padre pudo realizar unos primeros bocetos que reflejaban un animal no exactamente como una mangosta pero ciertamente similar.

La guarida.Finalmente y por extraño que parezca, los Irving aceptaron plenamente a Gef, que al parecer vivía entre los muros de la granja y también por el jardín, utilizando para entrar y salir una oquedad que había en el muro y que tenéis junto a estas líneas.

Seguía siendo a la par extraordinariamente esquivo para dejarse ver y muy amigable para charlar e incluso con el paso del tiempo también para cantar, pues llegó a aprenderse algunas canciones tradicionales que le enseñaron.

Fue en ese entonces, ya hacia 1935, cuando la desconcertante historia llegó a oídos de Harry Price. Es cierto que voces de su entorno le pidieron no hacer caso a algo tan inverosímil, pero Price decidió investigar y junto con su amigo el aventurero, historiador y colega, Richard Stanton Lambert, emprendió viaje a la isla para conocer a los Irving.

Comenzaron en primer lugar por recoger meticulosamente el relato por parte de cada miembro de la familia de todo lo acontecido en esos cuatro años, siendo muy útiles para ello los diarios que el padre había ido escribiendo sobre el particular.

Llegaron a conocer así todos los datos que Gef facilitó sobre sí mismo, así como los referidos a la compleja relación que había llegado a forjar con los Irving y de la que eran muestra los momentos en los que incluso se gastaban elaboradas bromas como cuando una vez fingió con todo detalle estar envenenado para asustarles o cuando en otra ocasión fue James el que le gastó una broma pesada a él al disfrazarse de fantasma.

Parece que incluso les hacía de periodista local, pues se introducía en las granjas de los alrededores y se enteraba de noticias chismosas sobre sus vecinos que luego compartía con agrado.

Gef.Ni que decir tiene que durante el tiempo que permanecieron en la granja, ni Price ni Lambert lograron ver a Gef, aunque sí pudieron charlar con él, consiguiendo también unas muestras de pelo que les proporcionó Voirrey y algunos moldes de huellas halladas en el jardín y de unas mordeduras en un mueble, material que llevaron a analizar posteriormente a especialistas del Museo de Historia Natural.

Los resultados no fueron especialmente halagüeños, puesto que en cuanto a los pelos, se determinó que lo más probable era que pertenecieran a un perro y en cuanto a las huellas y mordeduras, aunque no pudieron hallar una correspondencia clara con ningún animal conocido, si concluyeron que era muy difícil que fueran obra de una mangosta y que por el contrario había alguna posibilidad más de tener un origen canino.

En cuanto a la casa, Price había visto que la estructura presentaba unas notables cámaras de aire entre la piedra y la madera que hacían que el sonido se transmitiera muy bien desde cualquier punto a modo de caja de resonancia.

Libro.Por fin, tras su vuelta y tras ordenar todos los datos, Price y Lambert publicaron conjuntamente en 1936 el libro “The Haunting of Cashen’s Gap”, en el que daban cuenta de todas sus investigaciones y conclusiones.

Lo cierto que es que no se mostraban del todo convencidos y parecían dar a entender que las muestras animales tenían más bien su origen en Mona, la perrita de la familia, mientras que las voces podían ser producidas por alguien oculto desde cualquier punto de la casa, sin embargo aceptaron también no haber podido probar el fraude concluyentemente por lo que dejaban una puerta abierta a que allí hubiera sucedido algo realmente fuera de lo normal.

En cualquier caso, un año después en 1937, la familia Irving vendió la granja y se mudó y al parecer Gef se quedó allí, puesto que el nuevo propietario dijo también años después haber oído ruidos extraños, si bien declaró que en 1946 mató de un tiro al animal que los producía, aunque su descripción no concordaba con la que los Irving hicieron de Gef.

A lo largo del tiempo se establecieron diversas teorías para explicar los incidentes de la granja, como que se trató de un poltergeist, a pesar de que este caso no encajaba para nada con la casuística histórica de este fenómeno.

También se dijo que la hija era ventrílocua y los padres quisieron aprovechar esa habilidad para conseguir fama y dinero, pero lo cierto es que la familia no es que se hiciera especialmente popular y desde luego tampoco mejoraron su status económico.

Mangosta india.En cuanto a la imposibilidad de que una mangosta india (herpeste fuscus) estuviera en la Isla de Man, lo cierto es que en 1912 unos granjeros tuvieron la ocurrencia de importar unos ejemplares de mangosta desde tierras hindúes con el objetivo de controlar la población de conejos, por lo que hubiera sido verosímil que un descendiente de las originales visitara a los Irving.

Curiosamente, la hija de la familia, Voirrey, siguió manteniendo sin descanso hasta el día de su muerte en 2005, que toda la historia era real y que sucedió tal cual la contaron, únicamente recalcaba que ella no podía determinar con seguridad que el animal fuese realmente una mangosta, pero que desde luego existió y habitó con ellos.

Como nota anecdótica final, se puede decir que los diarios que James Irving escribió durante esos años y en los que cuenta todas las vivencias de su familia con Gef, forman parte hoy en día, junto con los archivos del propio Harry Price, de los fondos de la Biblioteca del Senado de la Universidad de Londres.

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