Qué duda cabe de que aunque desde luego hemos tenido a lo largo del tiempo generaciones y generaciones de estudiosos y un bagaje cada vez mayor de conocimiento acumulado, siguen existiendo lagunas y puntos oscuros en nuestra comprensión del pasado.

A veces además, aparecen cosas que no debieran existir según ese conocimiento global y asumido, lo que pone en evidencia esos flecos sueltos.

En no pocas ocasiones y como si alguna entidad superior quisiera precisamente ponernos en aprietos, esas cosas encima aparecen cuando no se las buscaba y por medio de alguien que tampoco tenía ese objetivo.

Esa es la historia que le sucedió a un buscador de fósiles aficionado, pero con una gran experiencia de campo detrás, el primer día de junio de 1968.

Nuestro protagonista, William J. Meister, salió entonces de excursión junto a su esposa y dos hijas, para pasar una divertida jornada buscando fósiles en familia, sin tener la más remota idea de lo que el destino les iba a deparar.

Se desplazaron desde su domicilio a una semidesértica zona conocida como Antelope Springs, ubicada a unos 70 kilómetros al noroeste de la población de Delta, en el estado de Utah. Dicha zona es conocida por los aficionados debido a que su composición geológica hace que en los diversos estratos rocosos diseminados por allí no sea difícil poder encontrar buenos ejemplares fósiles.

Cueva Antelope Springs.También los espeleólogos son asiduos visitantes del lugar debido a la presencia de una cueva de buen tamaño y muy conocida, así como amantes de la Naturaleza en general, atraídos entre otras cosas por la posibilidad de ver algún ejemplar del único antílope existente en América, el berrendo americano (Antilocapra Americana), famoso también por ser el segundo animal terrestre más rápido, después del guepardo y que en este caso da además nombre a toda la zona.Berrendo Americano.

Pero volviendo a nuestra familia protagonista, una vez llegados a la parte que el padre había decidido explorar ese día, se pusieron a ello de inmediato con entusiasmo. El sol de la mañana presagiaba una buena jornada casi veraniega y era un día ideal para estar en el campo.

Sin embargo, cuando llevaban ya un par de horas de piqueta y a pesar de la experiencia de William, no habían logrado encontrar más que algunas piezas menores. No obstante, esa situación estaba a punto de dar el más extraño e inesperado de los vuelcos y para rizar más el rizo ni siquiera fue el experimentado buscador el que dio con la pista.

A eso del mediodía, sus hijas que estaban buscando a unos 200 metros del matrimonio, comenzaron a llamarle muy excitadas. Cuando William llegó hasta allí le dijeron que creían haber descubierto algo extraño. Sin embargo, a primera vista el señor Meister no creía vislumbrar nada en el estrato de pizarra que le señalaban sus hijas.

Sin embargo, ante su insistencia comenzó a introducir cuidadosamente su piqueta en la hendidura hasta que logró forzar la roca y consiguió abrirla en dos. Fue entonces cuando tuvo que frotarse los ojos para intentar comprender qué estaba viendo.

Porque lo que su cerebro le contaba como primera impresión es que estaba viendo nada más y  nada menos que lo que daba toda la sensación de ser la huella de la suela de un zapato. Allí la tenía en ambas caras de la pizarra como una impresión en positivo y negativo.

Gráfico huella.Sus hijas estaban igual de boquiabiertas que él, pero lo que ya le terminó de descuadrar por completo fue que al fijarse más detenidamente pudo darse cuenta de que en dos puntos se veía aplastado algo como si hubiera sido pisado.

Y él, como experimentado buscador, no tardó más de un segundo en darse cuenta de que aquello solo podían ser dos ejemplares de trilobites. Estos antepasados de artrópodos de hoy en día como las arañas o los crustáceos marinos, son perfectamente conocidos y se han encontrado innumerables fósiles, lo que ha permitido conocer con un buen número de datos su distribución, costumbres y las diversas especies en que se dividieron.

Trilobite Elrathia Kingii.De hecho, en este hallazgo uno de los dos fósiles era tan claro, concretamente el que estaba en lo que sería el “talón” de la huella, que aunque no estaba completo se pudo determinar con precisión su especie concreta, Elrathia Kingii. Como ejemplo podéis ver otro fósil íntegro de dicha especie junto a estas líneas.

El hecho de haber encontrado esa posible huella de suela en unos estratos de pizarra que sin duda databan como mínimo de al menos trescientos millones de años atrás, ya era un gran problema en sí mismo, toda vez que según nuestros conocimientos el hombre, entendido como ser bípedo, apareció en términos generales como hace tres millones de años y los primeros rastros de que usara calzado son como de hace 10.000 años.

Por lo que parecería una locura pensar que tantísimo tiempo atrás había alguien caminando alegremente por esos lares y encima calzado. De ahí que el impulso inicial de los primeros que opinaron sobre el hallazgo desde el mundo académico fue tildar el asunto de falsedad sin molestarse en más disquisiciones.

Sin embargo, el tema de los trilobites multiplica el problema hasta la enésima potencia, porque parece corroborar la antigüedad de los estratos, puesto que estos animales tuvieron su apogeo en la Tierra como unos 320 millones de años atrás, para acabar extinguiéndose por completo más o menos hace 280 millones años. De hecho en ocasiones los propios trilobites son utilizados para datar las rocas en las que aparecen.

Huella.Y claro, si la antigüedad y realidad de la pizarra parecen claras y las del trilobites también y ambas cosas se complementan y hablan de la autenticidad del conjunto, nos situamos en un punto realmente peliagudo, porque entonces deberíamos deducir que la huella también es real y verídica, lo que tiraría por tierra todos los esquemas establecidos y nos haría preguntarnos quién demonios iba por ahí pisoteando trilobites con sus suelas, nada menos que unos cientos de millones de años de nada antes de supuestamente existir.

Cuando William J, Meister contó su hallazgo al periódico local The Desert News, el artículo fue pronto reproducido por otros medios y la noticia corrió como la pólvora, haciendo que la huella fuera conocida en todo el país y creando una gran controversia por las implicaciones que parecía tener.

Por si fuera poco y a la luz de la historia de Meister, el 20 de julio de 1968, un geólogo de Tucson que se había desplazado hasta Antelope Springs atraído por el hecho, Clifford Burdick, reveló haber encontrado en otra pizarra más o menos del mismo estrato geológico, lo que parecía la huella del pie descalzo de un niño con los dedos nítidamente marcados.

Y más aún, unos pocos días después, a mediados de agosto, un profesor de Salt Lake City llamado Dean Bitter, logró localizar también en esa zona otra huella muy similar a la de Meister, si bien en esta ocasión no había trilobites aplastados y era ligeramente más grande.

Todos estos hechos no hicieron más que alimentar la polémica nacional por esos hallazgos que fueron ampliamente atacados a la vez que defendidos, siendo objeto de muchos comentarios y escritos, aunque la verdad es que pocos meses después el tema quedó un poco en el olvido, en parte porque así interesaba a los estamentos establecidos, muy incómodos por todo el asunto y también porque la opinión pública comenzó a dirigir su atención hacia la carrera espacial y la misión histórica que se empezaba ya a vislumbrar, del Apollo XI y su viaje a la Luna.

Montura huella.Posteriormente en los inicios de los años 80, el tema volvió a estar de nuevo de actualidad con más estudios y explicaciones complementarias y ha ido resurgiendo intermitentemente si bien como en tantas otras ocasiones, ha acabado quedando como una de esas cosas que no deberían estar ahí y que más vale que no sean demasiado recordadas por si acaso, porque lo cierto es que ninguna teoría ha podido ser verificada con absoluta veracidad.

La verdad es que todos los estudios se centraron exclusivamente en el ejemplar de Meister obviando cualquier otro hallazgo y sí es cierto que lo que ha quedado acreditado es la autenticidad y antigüedad tanto de la pizarra, como de los trilobites y por tanto sí se acepta que la impresión de la “huella” es también auténtica y de la misma época.

Ahora bien, en lo que sigue habiendo dos bandos opuestos es en la interpretación del origen de dicha “huella”, que según la persona que lo explique se habría generado de una forma puramente geológica y accidental o bien, por revolucionario que suene, la habría producido un ser de aspecto humanoide.

En cuanto a la primera teoría, se pone como ejemplo el efecto de las nubes, conocido por todos, que produce que creamos ver figuras en ellas como rostros, animales o toda clase de objetos familiares. Sería igual en este caso y lo que no es más que un efecto de los diversos plegamientos y presiones naturales de las rocas formado accidentalmente y de una manera completamente casual, nosotros lo interpretamos como una forma común para nosotros, en este caso una suela de zapato.

Detalle Trilobite talón.Cierto es que este tipo de plegamientos común en aquella zona, produce estratos rocosos que pueden generar figuras similares de muy diferentes tamaños, según sean las placas de pizarra. Lo que nos dicen es que en este caso, para más casualidad, la placa que partió Meister tenía justo el tamaño idóneo para ajustar con un posible pie, pues de haber medido por ejemplo tres metros de largo, ya nadie la habría considerado una posible huella.

Esos mismos estudiosos nos dicen que el patrón de las líneas rocosas se ajusta con el de otras muestras de la zona y tampoco hay además evidencias de otras huellas complementarias alrededor que pudieran sugerir una dirección de marcha. Aseveran también que en un lado hay una forma denominada labial, típica de esas concreciones, pero incompatible con lo que hubiera sido la presión de un supuesto pie y además que una huella real debería haber dejado a lo largo de los laterales un relieve elevado que según ellos no se aprecia.

Sin embargo, para la otra parte, estas explicaciones no son del todo concluyentes y buscan sin más desacreditar el hallazgo para no tener que desmontar por completo todo el saber establecido. Aceptando que formas similares pudiera producirse de una manera natural, sin embargo su interpretación de este ejemplar en concreto nos da conclusiones opuestas.

Primeramente indican que no se ha hallado otra muestra de un tamaño tan concretamente relacionado con lo que sería un posible pie, en este caso 25,2 centímetros de largo por 8,4 de ancho. Además para ellos hay otros indicios contrapuestos a los primeros, pudiéndose apreciar bien que el talón estaría más hundido que el empeine, como sería normal en la distribución de peso de una huella humana.

Vista Antelope Springs.Y con respecto a la absoluta disparidad de fechas y la revolución que el hecho traería consigo en cuanto a la evolución de nuestra especie, sugieren incluso explicaciones que podrían dar sentido a la huella dejando la historia mantenerse como está, pero eso sí introduciendo en cualquier caso otros hechos igual de rompedores como una visita extraterrestre o un viajero del tiempo.

Lo que queda claro es que de una u otra forma, si aceptamos que lo que hay en el ejemplar de Meister es una auténtica huella de tipo humano, habría que reconsiderar muchas y principales cosas de todo nuestro acervo de conocimientos, tarea que no creo que ningún estamento oficial estuviera dispuesto siquiera a pensar en acometer, por lo que siempre será mucho más cómodo y menos embarazoso aceptar el origen natural, que por otra parte también tiene muchas papeletas como candidato, cerrándose en absoluto a otras explicaciones, aunque en el fuero interno de cada uno pueda quedar un poso de duda.

Meister y Zillmer.Y por si os preguntáis qué fue del hallazgo de Wiilliam J. Meister, he de deciros que allá por el año 2001, el prestigioso y nada fantasioso Smithsonian Institute, hizo una oferta a su viuda, Mabel Meister, para quedarse la muestra, con el argumento de que era una evidencia importante de la posible presencia humana más allá de todo límite conocido hasta ahora. Ahora bien le expresaron con toda claridad que si aceptaba el trato, ellos se comprometían a conservarla entre sus fondos pero nunca sería expuesta al público, lo que no dejaba de resultar algo paradójico.

Sin embargo, por aquella época un investigador y periodista alemán, Hans Joachim Zillmer, visitó a la mujer para una entrevista y enterado del asunto convenció a la buena señora de que algo así debía estar al alcance de todos, por lo que Mabel no acepto el trato del Smithsonian y finalmente cedió la muestra hallada por su marido al Creation Evidence Museum, ubicado en Glen Rose, Texas, donde puede verse todavía en la actualidad, como un mudo testigo de una posibilidad que podría poner todo nuestro mundo patas arriba.

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