En la anterior entrada conocíamos una historia con origen en tierras mexicanas y no va a ser necesario que nos vayamos muy lejos, puesto que quiero hablaros de un lugar que se halla en ese mismo país.

Dentro del estado de Jalisco, en la famosa ciudad de Guadalajara, existe una edificación de la que todos los lugareños han oído hablar pues es fuente de historias realmente misteriosas.

Es una impresionante casa colonial que tal como es data de finales del siglo XIX y a la que todos en la villa, conocen como “La Casa de los Perros”.

Antes de existir, en el lugar se ubicó allá por el siglo XVIII, la primera imprenta de la ciudad. Posteriormente se construiría la casa ya  con el uso residencial, si bien, en principio era de una sola planta.

Fue adquirida por un acaudalado hombre de negocios de la ciudad llamado Jesús Flores, que se instaló en el lugar junto a su mujer.

Sin embargo, a los pocos años ella falleció. Jesús, tras un tiempo en solitario, contrajo segundas nupcias con una mujer llamada Ana González.

Cabe decir que entre el matrimonio había una diferencia sustancial de edad, puesto que ella tenía 39 años, mientras que en ese momento Jesús había cumplido ya los 70.

Es posible que este detalle tuviera su importancia en el desarrollo de los acontecimientos posteriores. El caso es que Jesús estaba siempre pendiente de cumplir todos los caprichos de su mujer.

Por entonces, era común que las personas más pudientes tuvieran casas con dos plantas y Ana, de gustos exquisitos, comenzó a pedir a su marido que levantaran una segunda planta para que la casa reflejara bien su status social.

No tuvo que presionar mucho para que Jesús accediera. Para el encargo contrató a uno de los ingenieros más afamados de la ciudad, Arnulfo Villaseñor.

El hombre, terminó la obra en 1896, con todo lujo de detalles constructivos que aumentaron la personalidad de la edificación y la convirtieron en un eficaz espejo de la elevada posición de sus propietarios.

Pero con todo, lo que otorgó a la casa su verdadera dimensión y de hecho lo que haría que fuera reconocida en toda la ciudad, es un detalle añadido por expreso deseo de Ana.

Como símbolo de buena suerte y de protección para la mansión y sus moradores, la mujer quiso incluir unas grandes esculturas representando dos perros vigilantes.

Fueron encargadas a una reputada firma neoyorquina, la J. L. Mott Iron Works, que los fundió en sus talleres y los trasladó desde la Gran Manzana.

Las estatuas representan a dos pointers que fueron colocados en cada uno de los extremos superiores de la fachada principal, mirando hacia el norte y hacia el sur. Tan llamativas obras acabarían dando el nombre popular a toda la edificación.

La nueva casa parecía colmar la felicidad de la pareja, sin embargo, únicamente un año después, Jesús Flores falleció dejando viuda a Ana, que en el año 1900 volvió a casarse con el antiguo administrador de su marido, José Cuervo, persona, como curiosidad, que daría nombre a la conocida marca de tequila.

Lo raro comienza cuando en un par de años, la nueva pareja decidió deshacerse de la propiedad y marchar a otro lugar. Desde entonces, la casa pasó por varios propietarios, pero ninguno la mantenía mucho tiempo y de hecho acabó pasando años deshabitada, hasta que en 1994 el propio ayuntamiento de Guadalajara la compró para convertirla en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas, función que mantiene en la actualidad.

¿Qué pudo suceder para que tan magnífica edificación no fuera codiciada por los compradores durante años? Todo tiene que ver con la leyenda que fue corriendo de boca en boca con el transcurrir del tiempo.

Según cuentan, unos meses después de casarse, Jesús y Ana embarcaron en un crucero vacacional.

La travesía no fue como esperaban, pues el barco estuvo a punto de naufragar, hasta el punto de que los esposos se prometieron que si uno fallecía antes que el otro, el superviviente rezaría un rosario por el ausente en todos los aniversarios de la pérdida.

Pero la historia popular sigue contando que al morir Jesús, Ana no llegó a cumplir la promesa dada y a partir de ahí el misterio tomó posesión de la Casa de los Perros.

Desde entonces, se dice que la mansión ha sido el escenario de fenómenos extraños de todo tipo, siendo desde luego los más relevantes las supuestas apariciones de un ente al que se identifica con el difunto Jesús, al que se ha visto vagando por diversas estancias.

Hay otro detalle espeluznante, puesto que en un momento indeterminado, parece que empezó también a correr la voz de que el fantasma le había dicho a un lugareño al que se le había aparecido ya en la época en que la casa estaba abandonada, que aquel que tuviera el valor de permanecer allí en solitario a las doce de la noche con tan solo una vela y rezara un rosario por Jesús, sería recompensado con las escrituras de la mansión.

Un tiempo después, se cree que se propagó la idea añadida de que en el cercano mausoleo familiar en el que estaba el cuerpo, se podía realizar también la prueba de valor.

Se dice además que al parecer ha habido personas a lo largo de los años que lo han intentado, tanto en la mansión como en el camposanto, pero todas invariablemente huyeron cuando a los rezos del rosario eran respondidos con claridad por voces de ultratumba.

Incluso, se ha llegado a afirmar que hasta los famosos perros participan de los fenómenos paranormales, pues hay algunos testimonios que afirman haberlos visto patrullar por el borde del edificio en noches particularmente oscuras.

Sea como fuere, la fama de la casa se ha mantenido por todos estos años y es conocida por los habitantes de Guadalajara, que la consideran un punto caliente entre el nuestro mundo y el paranormal.

Lo cierto es que el prosaico uso que tiene ahora, con tantos visitantes durante la jornada, no la hace una ubicación muy propicia para el misterio y eso que no pocos de los que llegan lo hacen más atraídos por la historia de la casa que por el museo en sí mismo.

No obstante, sí que es cierto que en alguna ocasión, empleados del centro y vigilantes nocturnos han reportado algún incidente extraño, como ruidos o cosas que se caen, pero sin llegar a extremos que hagan a la gente salir corriendo aterrada.

En cualquier caso, la Casa de los Perros sigue conservando ese aire misterioso y nadie sabe si en cualquier momento el fantasma de Jesús volverá a ser visto por sus estancias o sus perros patrullarán de nuevo la parte superior en su afán de proteger a sus moradores.

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