Iriss y Abyss

Es una historia que se explica mejor con sus imágenes, demostrando una vez más aquello de que una imagen vale más que mil palabras.

Me gustaría que conocierais a dos simpáticas amigas que comparten una característica genética, que si bien no es extraordinaria, si es rara.

Pero este caso tiene una particularidad adicional y es que ambas protagonistas son gemelas. Eso convierte su peculiaridad, al menos hasta donde yo conozco, en un caso único.

Realmente, no recuerdo otra pareja de gemelas tan idénticas que además compartan esa pequeña anomalía, por decirlo de algún modo, genética.

Quizá os estéis preguntando a qué me estoy refiriendo. Pues bien, momento es ya de deciros que las protagonistas de la historia son dos bellísimas gatitas gemelas, pero gemelas, gemelas, que además comparten la extraña característica de ser heterocromáticas.

Esta palabreja no es la primera vez que la cito en mi blog y viene a decir ni más ni menos que las gatas tienen cada uno de sus ojos de un color diferente.

En los gatos con esta variación genética que al parecer tiene que ver con niveles anormales de melanina en el conjunto de los globos oculares, pueden darse combinaciones de colores dispares, como verde y anaranjado, azul y verde o, como en este caso, anaranjado y azul.

Lo que da un toque particular a la pareja gatuna es que aparte de ser auténticamente como dos gotas de agua, los tonos diferentes de los ojos también presentan idéntica disposición en las dos, lo que hace el fenómeno el doble de significativo.

Hay que decir además, que siendo una variante que ya era conocida desde hace mucho tiempo, los gatos que nacían con ella eran mirados de una forma especial. Ya de por sí, los gatos siempre han estado muy ligados y relacionados por los humanos con el mundo de los desconocido, por lo que era de esperar que a esta peculiaridad se le diese una lectura relacionada con ello.

En concreto, según las antiguas tradiciones europeas, a los gatos heterocromáticos se les consideraba dotados de una sensibilidad especial, pues se pensaba que cada ojo era capaz de enfocar y ver una realidad diferente, estando destinado uno para el mundo de los vivos y otro para el de los muertos.

Curiosamente esto hacía que en cierta forma se les respetara un poco más que a los otros, en épocas en que todos sabemos que no siempre se trató con cariño a nuestros amigos gatunos, buscándoles relaciones con todo tipo de entes malignos.

Pero hoy en día, lo que no cabe duda es que una pareja tan singular e increíblemente fotogénica, únicamente podía tener un destino: Convertirse en estrella de las redes sociales.

Y eso es lo que sucedido, “Iriss” y “Abyss”, que así se llaman las preciosas felinas, tienen incluso cuenta propia en Instagram, contando actualmente con casi 160.000 seguidores.

Nacidas el 11 de noviembre de 2015, viven en San Petersburgo, al cuidado de su propietario, Pavel Dyagilev, un polivalente organizador de festejos, showman, productor y bailarín local, que, bastante avispado él, supo atisbar que sus gatitas iban a conquistar a todo el que las viera.

Fue especialmente a partir del verano de 2016, tras hacerse eco varios medios impresos como por ejemplo el británico Daily Mail, de las imágenes de las mininas, cuando personas de toda Europa se enamoraran de ellas.

Y desde luego parece una broma del Creador, como si quisiera jugar con nosotros y nos dijera: Mirad que precisión soy capaz de conseguir, a ver si adivináis cuál es cuál.

Lo que está claro es que el impacto visual es inmediato y no conozco a nadie, hombre o mujer, que haya visto las fotos y no haya soltado alguna exclamación tipo de caérsele la baba ante tal monería de la Naturaleza.

Habréis visto que en esta ocasión no he colocado ninguna imagen durante la entrada. Evidentemente ha sido a propósito, para dar un poco de emoción, pero tranquilos, porque llegó el momento de conocer a “Iriss” y “Abyss”.

Y para ello he pensado que lo mejor era dejaros su Instagram original, así que no lo dudéis, pinchad en el enlace y a ver si sois capaces de ver más de cinco fotos sin que se os caiga la baba ante las dos pequeñuelas.

Yo, por descontado, no lo conseguí.