Es probable que algunos de vosotros, también probablemente en vuestra juventud, hayáis tenido la curiosidad de coger en vuestras manos alguna lagartija

Si lo lograsteis, tendríais muchas papeletas para haber observado un fenómeno fascinante, que entonces seguramente os parecería casi mágico.

Me refiero al momento en el que esa esquiva lagartija se desprendía de su cola y os dejaba con un palmo de narices o bien tan absortos en esa especie de gusano que se retorcía sin parar, que cuando volvisteis a mirar, el pequeño reptil había vuelto a desaparecer en cualquier hueco.

Esta capacidad, conocida como autotomía caudal, te dejaba sumamente intrigado y también un poco preocupado pensando que el animalito había sufrido un gran daño al perder su cola.

Sin embargo, no tardaban nuestros padres o algún otro adulto, en explicarnos que no teníamos que preocuparnos por ello, dado que esa era una elaborada estrategia defensiva de estos animalillos.

En efecto, si se ven en peligro, son capaces de soltar un cebo o engaño para el enemigo, desprendiéndose de la mayor parte de su cola que queda agitándose sin parar, llamando la atención del intruso y permitiendo que el reptil tenga una oportunidad de escapar hacia un escondite seguro.

Pero lo que más nos asombraba es cuando nos aseguraban que esa cola posteriormente volvía a crecer, lo que hacía que después, muchos hicieran por intentar localizar a aquella lagartija para poder ver con sus propios ojos cómo de nuevo volvía a tener cola.

Por supuesto, una adaptación tan particular como esta es el resultado de muchos y muchos años de evolución, aunque si pensamos en la primera lagartija que consiguió utilizar esta pasmosa técnica, podemos encontrarnos con una explicación de leyenda para este hecho.

Hemos de irnos a la rica mitología mexicana para hallar una historia sobre el particular. En ella se nos cuenta que en el principio fueron creados todos los animales y posteriormente acabaron siendo creados también los hombres.

Eso cambió bastante las cosas, pues desde ese momento todos los animales que podían convertirse en su sustento debieron andarse con mil ojos.

Sin embargo, los que por el contrario no se veían tan apetecibles, como por ejemplo las lagartijas, no debían tener ese temor.

Pero el hombre es como es y al final las cosas se complicaron, puesto que ya no solo perseguían a los animales que necesitaban para comer, sino que comenzaron a molestar a los demás por pura diversión y para su entretenimiento.

Con las lagartijas se mostraron crueles, ya que les enfadaba su agilidad y lo difíciles que eran de capturar, por lo que cuando cogían alguna, la cortaban la cola en la idea de que así no volverían a ser lo que eran y perderían sus facultades.

Ante eso, los pequeños reptiles se volvieron sumamente cautelosos y se lo pensaban muy mucho antes de salir de sus escondites, por miedo a los hombres. Ese es el origen de su comportamiento tímido y esquivo.

Pero claro, tampoco estaban nada contentas con su situación, por lo que enviaron emisarios a parlamentar con otros animales para saber cómo se libraban ellos del acoso humano.

Primero hablaron con el majestuoso jaguar, que les dijo que el Señor de los Montes le había dotado de unas garras y colmillos poderosos, amén de un sonoro rugido, que atemorizaban al resto de animales, incluidos los hombres.

Posteriormente se fijaron en unos monos aulladores que se movían en las copas de los árboles y se acercaron a preguntar. Los simios les contaron que el Señor de los Montes les había dotado de una tremenda agilidad para trepar y poder escapar y unos sonoros aullidos, que les permitían estar sobre aviso entre ellos. De esa manera esquivaban a los hombres.

Al encontrarse con una manada de jabalíes en el bosque, repitieron sus preguntas y ellos les hablaron de los colmillos y la fuerza del grupo, que el Señor de los Montes les había regalado.

Fueron preguntando a más especies de su entorno e invariablemente todas les hablaron de algún don otorgado por el Señor de los Montes, para ayudarles ante los hombres.

Los emisarios volvieron con toda esa información y pronto lo vieron claro. Las lagartijas debían hacer una visita al Señor de los Montes.

Hasta allí enviaron a varias de ellas para solicitar su ayuda y fueron recibidas por el gran Señor, que escucho sus peticiones con interés.

Sin embargo les dijo que como ya habían sido creadas así, ahora ya no podía darles grandes colmillos o garras para mantener alejados a los hombres. Tampoco podía hacer que emitieran rugidos poderosos o aullidos que los asustaran, puesto que sus gargantas eran muy pequeñas.

Pero el Señor de los Montes se había compadecido de los pequeños reptiles y buscó algo con que darles alguna ventaja, por ello les dijo que sí había una cosa que podía otorgarles.

Dado que los hombres se divertían cortándoles la cola, les anunció que a partir de entonces, cada vez que así lo hicieran les volvería a crecer una nueva para que siguieran su vida con normalidad.

Además les aseguró que ellas mismas podrían decidir cuándo soltar su cola, de manera que pudiera servirles de treta para escapar de sus depredadores.

Por eso desde entonces las lagartijas poseen esta especial facultad que sin duda les resulta muy útil. Aunque esta parte no ha evitado que hayan preferido no obstante, conservar su timidez y prudencia a la hora de comportarse, por si las moscas.

Etiquetas:

Categorías: LeyendasReptiles