En ocasiones nos encontramos con acontecimientos que traen el terror y la desolación de una manera tan repentina, que nuestra primera impresión siempre va en la dirección de vislumbrar la intervención de algo maligno.

Mas cuando nada hacía presagiar previamente que ese acontecimiento podría llegar a pasar, lo que hace todavía más angustiosa nuestra sensación.

Un tremendo ejemplo de una situación así, tuvo lugar el 21 de agosto de 1986 en una hasta entonces apacible zona del noroeste camerunés, en torno a las orillas del lago Nyos.

Ese aciago día, el horror más absoluto se cernió sobre las poblaciones cercanas, cuando de una manera inexplicable personas y animales sucumbieron de improviso a algo desconocido.

Hablamos de un fenómeno realmente extremo, puesto que la tragedia tuvo como resultado la pérdida de casi 1.800 personas y más de 3.500 animales entre ganado y fauna salvaje.

Tanto unos como los otros aparecieron sin signos de violencia, tal como si todos hubieran sido sorprendidos en sus quehaceres cotidianos y casi ni siquiera hubieran tenido tiempo de reaccionar, cayendo fulminados.

Misteriosamente, hubo algunos supervivientes, que al despertar de lo que ellos mismos denominaron un extraño sueño, descubrieron un cuadro realmente dantesco.

A su alrededor, en todo lo que contemplaba su vista, no había más que muerte y desolación. Familiares, amigos, vecinos, hombres, mujeres, niños, animales de cualquier especie, todos ellos muertos como si una mano invisible los hubiera alcanzado por sorpresa y se hubiera llevado sus últimos alientos súbitamente.

Por si fuera poco, restos de una amplia neblina cubrían kilómetros a la redonda haciendo todavía  más fantasmagórica la escena. Hasta las aguas del lago tenían ahora un color marrón que nunca había visto.

Cuando estos escasos supervivientes lograron alcanzar núcleos más tranquilos para pedir ayuda, nadie quería creer en principio lo que describían. De hecho, cuando las primeras ayudas empezaron a introducirse en la zona afectada quedaron tan impactados que se retiraron y solicitaron más apoyo.

Cuando ya comenzó la ayuda a gran escala y la magnitud de la tragedia se filtró. La gente entró en pánico. Todos hablaban de fuerzas malignas y fenómenos extraños.

Pronto la noticia traspasó fronteras y los primeros equipos especializados internacionales comenzaron a llegar para ofrecer su apoyo.

Empezaron a interrogar a los supervivientes buscando pistas y se aprestaron a recoger todo tipo de muestras en los cadáveres y en el terreno, para encontrar la explicación a semejante desastre.

Uno de estos equipos llegó desde Gran Bretaña y estaba liderado por el científico Peter Baxter. Su testimonio a la BBC ya daba cuenta de lo que se encontró al llegar:

«Todavía había cuerpos de personas y animales muertos esparcidos en las colinas de la zona. Cuando llegamos al pueblo de Nyos, que era un grupo de pequeñas chozas de barro, todo estaba en silencio y no había señales de vida.

Y cuando nos acercamos al lago, el lago Nyos, al que se llegaba escalando una pequeña colina, vimos que sus aguas estaban muy calmadas, inalteradas, pero había peces y vegetación muertos en la superficie en los márgenes del lago”.

También contó a los medios su primera impresión el catedrático George King, llegado desde la Universidad de Michigan:

«Cuando llegamos al lago Nyos había una atmósfera escalofriante, toda la gente y todos los animales de la zona estaban muertos.

Había silencio, pero todos los edificios estaban de pie y no parecía que hubiera habido un huracán o una inundación o algo por el estilo.

Cuando subimos hacia el lago vimos una zona de destrucción. Antes del desastre el lago era un lugar muy hermoso, con sus aguas cristalinas azules. Sólo un año antes habíamos estado nadando en el lago, pero ahora todo estaba completamente transformado.

El agua de la superficie era de un color marrón rojizo, había matas de vegetación enormes flotando a lo largo y ancho del lago. Esa vegetación provenía de las orillas donde olas enormes del lago habían arrasado y destruido toda la vegetación que estaba cerca del lugar».

Tras semanas de estudios sobre el terreno y en los laboratorios, parecía que las cosas empezaban a apuntar más bien a una catástrofe natural inusual, en concreto a una erupción volcánica que hubiera liberado gases, más que a una intervención sobrenatural-

Pero sin embargo había datos que complicaban esa teoría, porque en efecto la mortandad era abrumadora y parecía que repentina, pero sin embargo, no había devastación zonal aparente, los edificios y el terreno en sí mismo, se veían inafectados, lo que no cuadraba con el fenómeno explosivo violento que debía haberse desencadenado.

Testimonios de supervivientes diciendo que al despertar notaron un fuerte olor a pólvora y huevos podridos, esto último típico del azufre, a su vez típico de las erupciones volcánicas, las aguas marrones del lago y la gran cantidad de bajas, habían guiado a los equipos en esa dirección, pero sin embargo no llegaban a estar convencidos del todo.

Principalmente porque no encontraron rastro alguno de azufre ni en las aguas del lago ni en la vegetación circundante.

Hasta que se reparó en un estudio médico militar que describía cómo se habían utilizado grandes concentraciones de dióxido de carbono para estudiar el estrés oxidativo en pilotos de caza.

Se pudo comprobar que los militares relataban que en esas condiciones tenían como alucinaciones y, lo que resultó clave en el caso del lago, resulta que sus sentidos se alteraban haciendo que sintieran un penetrante olor a pólvora y huevos podridos, justo tal como relataron los supervivientes de la tragedia del Nyos.

Se pudo avanzar así en la explicación del caso apuntando ahora hacia esa causa, con el letal dióxido de carbono como culpable principal.

Se pudo determinar así que una gran bolsa de este gas se había estado formando en las capas del fondo del lago, que estaba fuertemente estratificado, por lo que las capas superiores no se mezclaban con las inferiores.

Esto hizo que esta bolsa de gas creciera como empaquetada sin tener salida, hasta que ese 21 de agosto, por alguna causa sin determinar, se produjo alguna fisura entre capas que hizo que la gran bolsa escapara al estilo de lo que sucede cuando se descorcha una botella de champán.

De esta forma, de una manera repentina y violenta, se produjo una gran neblina gaseosa que avanzó por su propio impulso a toda velocidad, cubriendo todo y llevándose el oxígeno a su paso, mientras traía la muerte repentina por asfixia para los seres vivos que hallaba a su paso.

Exceptuando eso sí, las escasas personas y algún animal, que de una manera milagrosa consiguieron resistir sin que los equipos científicos hallaran ningún denominador común que explicase cómo lo consiguieron.

Se pudo precisar así una explicación para el desastre, lo que no quita que los propios científicos pensasen que había sido algo realmente inusual y que todavía haya teorías que hablen de otras causas, como experimentos secretos que salieron mal.

Es cierto también que por si acaso, unos años después se instaló un sistema de tuberías subacuáticas de drenaje para permitir que los gases tengan un vía de escape y no se acumulen, lo que en teoría hace que hasta la fecha el lago Nyos se considere ya un entorno seguro.

Sin embargo, eso no impide que en la memoria de los habitantes de la zona siga muy viva todavía aquella tragedia.

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