Freyja la diosa polivalente
En la antigua mitología de los pueblos nórdicos europeos, existen gran variedad de dioses, como en otras culturas del pasado.
Entre ellos hoy quiero destacar a una, sí a una, pues se trata de una mujer, realmente particular y con un gran peso dentro del escalafón mitológico.
Sin duda la que más destaca, por sus cualidades, su fuerza y poder y los asuntos de los que se ocupa, de la mayor importancia para los humanos.
Estoy hablando de la legendaria Freyja (también llamada a veces Freya o Freia), posiblemente la que se pudiera considerar la reina de las diosas nórdicas.
Hermana del también poderoso dios Frey, se encontraría al mismo nivel jerárquico que el mucho más conocido Thor, hijo del no menos famoso Odín, el padre de los dioses, equivalente al Dios cristiano.
Era considerada la diosa del amor y la belleza, como la Venus romana, además de patrona de los jóvenes amantes. Pero también se la veía como una hacedora del bien para la humanidad, pues protegía a los débiles y sanaba a los enfermos, siendo una fuente de amor y bienestar.
Durante mucho tiempo fue la deidad pagana que más oraciones y peticiones de amor y felicidad recibía, incluso después de la cristianización de todas esas lejanas tierras.
Se la suele representar como una bellísima mujer rubia de cabello como el oro y ojos azules y en no pocas ocasiones desnuda. Eso sí, en cualquier caso siempre portando su Brisingamen, un mítico e increíble collar de poder de oro macizo decorado con ámbar, que consiguió del pueblo de los enanos.
Como curiosidad os comentaré que en su honor, el día de la semana viernes está inspirado por su nombre en alemán, “Freitag”, e inglés, “Friday”.
Ahora bien, en nuestro caso, la parte interesante era que, por si no fuera poco, Freyja tenía también otra faceta de un matiz completamente diferente.
Poseía otra cara menos pacífica, al ser nada menos que la líder de las míticas Valkirias, las valientes guerreras que sobrevolaban las batallas en sus caballos alados, ocupándose de trasladar las almas de los caídos en combate hacia el Valhalla, el paraíso de los héroes, donde descansarían para siempre bajo la protección de Odín.
Por ello es también conocida como la diosa de las Valkirias, incluso cambiando su nombre por el de Valfreyja. Ese liderazgo le confería el exclusivo privilegio de reclamar la mitad de las almas para sí, ya que disponía de su propio lugar dentro de Asgard, el cielo nórdico. Este espacio era conocido como Fólkvangr.
Allí recibía a los guerreros y escuchaba sus historias y alabanzas desde su impresionante carro. Y aquí llegamos al punto culminante para nosotros dentro de este relato mitológico.
Pues ese carro era posiblemente el punto más distintivo de Freyja, tanto por su riqueza ornamental como por la fuerza que lo impulsaba en sus mágicos recorridos.
Y esa fuerza venía proporcionada por dos enormes gatos, llamados los gatos Gib, que según los relatos serían también los antepasados primigenios de donde acabó naciendo la raza “Bosque de Noruega”, preciosos gatos de pelo largo, caracterizados por tener un gran tamaño dentro de lo que es un gato doméstico.
Estos dos no obstante, serían todavía mucho más grandes y fieros, como correspondía a la diosa que transportaban en las batallas. Su aspecto majestuoso junto con el carro y la propia presencia de la diosa ataviada con su ropaje de batalla, infundían terror en los contrarios.
Freyja tenía una comunicación especial con esos gatos, que la acompañaban en sus audiencias sentados uno a cada lado y que la protegían a toda costa.
Pero además parece ser que esa comunicación se hacía extensiva a todos los gatos en general, que en no pocas ocasiones le hacían servicios varios, como llevar o traer mensajes o vigilar la presencia de enemigos.
Todavía hoy en día, en algunos países nórdicos se utiliza una frase hecha que viene a decir algo así como “tener los gatos de Freyja en los ojos” y que se aplica cuando alguien intenta coquetear con otra persona.
Se hace acompañar también de un enorme jabalí llamado Hildisvini, animal, con una significación mitológica como talismán en las batallas.
Y como colofón, vestía en ocasiones una capa mágica realizada con plumas de halcón que le permitía transfigurarse en cualquier ave y volar así de incognito.
Como vemos, una diosa sin duda muy unida a los animales. Pero esto también tuvo una parte menos amable, ya que cuando la cristiandad se extendió por el lejano Norte, transformó muchas cosas para hacer olvidar lo que representaron.
Por ejemplo, en las grandes ocasiones, especialmente si la suerte había sido propicia en alguna batalla, se solía beber a la salud de Freyja, homenaje este que fue cambiado para hacerlo en honor a la Virgen o también a Santa Gertrudis.
Eso hizo también que la propia Freyja fuera llevada del status de diosa al de bruja o incluso demonio, al igual que muchas otras divinidades paganas, cambiando su morada en Asgard, el Fólkvangr, por el mucho más siniestro Brocken (una especie de infierno, perdido en la cima de las montañas), lugar en el que en la Valpurgisnacht, la noche de Valpurgis, que es la del 30 de abril al 1 de mayo, en vez de las almas de los caídos recibía hordas de demonios.
Tampoco sus animales, especialmente sus dos formidables gatos, salieron bien librados, pues se les aplicaron asimismo cualidades demoníacas. Este es uno de los orígenes de la identificación de los gatos con la brujería, que luego se hizo tan tristemente célebre, especialmente en la Edad Media, pero que todavía hoy asocia a las brujas con los gatos, especialmente los negros.
Curioso que en parte todo viniera de tierras y tiempos tan lejanos y por acciones y creencias que no tenían que ver gran cosa con el resultado final que produjeron.
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