El Wendigo
No es la primera vez que hablaré refiriéndome a alguna historia perteneciente al rico folklore norteamericano, tan prolífico en historias de criaturas y hechos misteriosos.
Para esta ocasión, quiero comentar una antigua leyenda íntimamente ligada a los pueblos indígenas Algonquinos.
Podríamos decir que éstos serían en general como una subraza primigenia que agrupaba una serie de tribus bastante conocidas, como las de los Pies Negros, los Arapahoes, los Mohicanos o los Cheyennes, entre otras.
En el pasado habitaban una amplia zona de terreno que cubría parte de Canadá y de Estados Unidos, por su parte atlántica.
Es en las zonas de distribución canadienses donde al parecer se originó inicialmente la historia que hoy os cuento y que tiene como protagonista a una verdaderamente siniestra criatura conocida como “Wendigo” (En plural, “Wendigoag”).
Ya la palabra que describe a este ser da una buena idea de lo que vamos a encontrar, pues está tomada directamente de su lenguaje y en una traducción libre vendría a significar algo como “espíritu maligno devorador de humanos”.
Y exactamente esa es, según la leyenda, su principal ocupación: Capturar, matar y devorar a todos los humanos a su alcance, sin verse nunca saciado, por lo que no deja de estar en un acecho constante.
Lo más escalofriante es que los Wendigoag fueron todos en origen seres humanos normales y corrientes, pero sin embargo acabaron convirtiéndose en esa espantosa criatura.
Al parecer eran cuatro las formas en las que eso acababa sucediendo. La principal sin duda era por haber comido carne humana, cosa que ahora puede parecernos del todo imposible, pero que en las épocas antiguas no era tan descabellado para ellos, sobre todo con las durísimas condiciones de los gélidos inviernos norteños, cuando la hambruna apretaba al no ser posible encontrar alimento y lo único que tenían delante era el cuerpo del enemigo caído o del vecino que sucumbió al frío.
Pero también podías acabar convertido en un Wendigo si veías a uno en sueños o si su espíritu te alcanzaba en el bosque. Finalmente, incluso había un secreto ritual por el que algunos buscaban a propósito convertirse en la monstruosa criatura.
En cuanto a cómo era esta criatura, en realidad podríamos decir que no hay una única morfología, sino que habría un par de descripciones genéricas, según el territorio por donde se pregunte.
En cualquier caso, el calificativo de monstruosa que utilizaba hace unas líneas parece que estaría más que bien empleado ante cualquiera de los dos tipos.
Quizá la más extendida nos habla de un ser más bastante más alto que un humano normal y con un cuerpo delgado, alargado y desproporcionado, al estilo, por poner un símil, de las figuras que los pintores manieristas del Renacimiento, como el Greco, representaban en sus obras. De hecho las leyendas cifran su altura en torno a los cuatro metros.
Eso únicamente en cuanto a la silueta porque la cabeza tendría poco de humana, con unos grandes cuernos del tipo de un ciervo, ojos brillantes como de fuego y unos colmillos aterradores recordando a los de un lobo pero más grandes y afilados, remataba el conjunto una larga y viscosa lengua.
Tendría además unas manos de largos dedos terminados en unas terribles garras, que también se veían en los pies. Y por si fuera poco, por todo su cuerpo crecía como una suerte de ramaje que le hacía tener un aspecto mezcla de animal y vegetal y que le ayudaba a camuflarse en la espesura del bosque para poder caer de improviso sobre el desventurado que pasara cerca.
La segunda descripción no es menos espeluznante, pues daría al Wendigo el aspecto de un cuasi cadáver esquelético también con unos siniestros ojos brillantes y una boca que asusta, eliminando los cuernos y los añadidos de tipo vegetal, para colocar una piel tumefacta de aspecto repulsivo.
Algunas otras fuentes hablan incluso de un aspecto similar al de un hombre lobo y con igual corpulencia, en lo que sería una tercera versión menos extendida.
Sea como fuere, en lo que sí coinciden todos es en esa ferocidad insaciable en la búsqueda de humanos y en unos hábitos, como suele suceder, principalmente de tipo nocturno.
No obstante, tampoco los habitantes afectados estaban indefensos, pues aunque por supuesto no era nada probable sobrevivir al ataque de un Wendigo, sí había alguna manera concreta de poder dar buena cuenta de ellos.
La principal y en la que de nuevo podemos ver similitudes con el hombre lobo, sería dispararle con una bala de plata. Posteriormente habría que quemar su cuerpo tras enterrarle en una montaña de cenizas y hasta que se confundiera con ellas, o bien, como alternativa, sacarle el corazón y meterlo en hielo, lo que curiosamente producía el efecto de que ese corazón se fundía como al contacto con el fuego.
Era así como te asegurabas de que cuerpo y espíritu del Wendigo no pudieran ya volver, consiguiendo que la maldición no se siguiera extendiendo.
En cualquier caso, se consideraba de igual forma que la transformación en la bestia era en realidad una especie de posesión por parte de espíritus malignos del bosque, de ahí que a veces se intentaba realizar un ritual al estilo de los exorcismos católicos, para liberar a la persona original.
Lamentablemente, los relatos que hablan sobre esto tampoco mencionan muchos éxitos en ese proceso, por no decir ninguno, siendo al final lo habitual que se tuviera que acabar por matar a la criatura para poder poner a salvo a los demás.
Desde luego también es cierto que a lo largo de los años y ateniéndonos a las historias tradicionales trasmitidas de generación en generación, sobre todo boca a boca y menos en escritos, no han sido pocas las desapariciones o incluso muertes de personas que han sido explicadas por la intervención de un Wendigo.
Incluso, cuando los europeos comenzaron a colonizar todos esos territorios fueron también partícipes de dichas historias, llegando algunos colonos a relatar encuentros con los Wendigoag.
Y de hecho, en la mayoría de las tribus existían personajes digamos especializados en la lucha contra esas criaturas. Otra de las tribus Algonquinas, la de los Crees, tenía una danza tradicional, que ha llegado al folklore de nuestros días, llamada “La danza del Wendigo”, en la que los hombres bailaban y simulaban una cacería.
Curiosamente, es un miembro de esta tribu el protagonista también de un suceso que tuvo gran repercusión local en su época, a principios del siglo XX.
El hombre, de nombre americanizado Jack Fiddler y entonces con 87 años, fue juzgado por asesinar a una vecina también Cree como él. En el juicio, aunque reconoció los hechos, se defendió diciendo que la mujer había sido poseída y estaba a punto de mutar en un Wendigo, por lo que tuvo que acabar con ella. Admitió además que había sido un “cazador” y que durante su vida había dado muerte a otros trece Wendigoag.
Hoy en día, las leyendas perduran y la bestia sigue en la memoria colectiva, habiendo aparecido en numerosos relatos, incluidos comics y en películas y series de televisión, como la conocida “Sobrenatural”, en la que dos hermanos luchan contra todo tipo de seres inexplicables.
Dio nombre también a un trastorno psicológico entre los siglos XIX a XX, pues todas las historias que hablaban de encuentros siniestros o sintomatología como alucinaciones, fiebres o agresividad, que pudiera tener relación con el fenómeno, se comenzaron a atribuir más bien a desórdenes mentales que a monstruos.
Y existe hasta un espacio que le recuerda, el Isle Royale National Park, de la red de Parques Nacionales de Estados Unidos. Se encuentra en la isla del mismo nombre, ubicada dentro del Lago Superior, perteneciente al estado de Michigan y que también se conoce coloquialmente por su sobrenombre de, Windigo (transcripción inglesa de Wendigo) National Park.
Categorías: Criptozoología • Leyendas • Monstruos
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