El perro de los novios
La ciudad de Togliatti (o también Tolyatti) en Rusia, está situada en la región de Samara, a orillas del río Volga.
En esta ciudad tuvo lugar una historia desarrollada al cabo de los años que ha hecho de uno de sus más modestos residentes, en concreto un perro, el más famoso habitante del lugar. Siendo su vida y leyenda conocida ya en todo el país.
Es una de esas historias que son a la vez bonitas y tristes, pero que nunca dejan indiferente y nos muestran una vez más cuánto podemos aprender siempre de nuestros amigos animales.
Todo tuvo su inicio en un día indeterminado del lejano verano de 1995.
Una joven pareja de recién casados, llamados Yuri y Elena, iban en su automóvil camino de la ciudad, volviendo de su viaje de bodas. Tras ellos en el asiento de atrás dormitaba su querido Pastor Alemán.
Cuando estaban llegando al extrarradio y las primeras casas de Togliatti se veían ya a los lados, en una curva sucedió la desgracia. Un camión se había averiado un minuto antes y estaba casi ocupando un carril, sin haber puesto todavía ninguna señal de precaución.
Yuri no tuvo tiempo de reaccionar y se precipitó de lleno contra el vehículo averiado. El impacto fue brutal y tras un aterrador estruendo un ominoso silencio envolvió toda la escena.
Elena quedó muerta en el acto, mientras que Yuri quedó atrapado en medio del amasijo de hierros en que se había convertido su coche, casi moribundo. Por su parte, el perro había salido despedido por una ventana, pero sin embargo no había sufrido un gran daño.
Rápidamente otros conductores que pasaban por allí se detuvieron a intentar prestar su ayuda a los accidentados. Con gran esfuerzo lograron entre varios sacar a Yuri de su metálica prisión, justo cuando la primera ambulancia en llegar se aproximaba a la zona.
Lamentablemente constataron que por Elena ya no se podía hacer nada, pero con rapidez subieron a Yuri a una camilla para intentar llegar a tiempo al hospital más próximo.
Mientras esto ocurría, el pobre perro estaba en un rincón con mirada triste y sin perder detalle de nada pero sin comprender aun el alcance de lo sucedido.
Según parece, cuando le estaban subiendo a la ambulancia, Yuri tuvo unos instantes de recuperación de la conciencia y observó cómo los sanitarios ahuyentaban a su perro, que quería acompañarle. Cuentan que le hizo un gesto como indicándole al can que estaba todo bien y que le esperara que pronto volvería, por lo que el animal volvió al rincón y allí quedó inmóvil contemplando cómo se alejaba la ambulancia.
Y allí, al borde del arcén, seguía cuando posteriormente retiraron el cuerpo de Elena. Y allí seguía cuando en unas horas acabaron retirando los restos del accidente.
Y allí pasó la noche y amaneció al día siguiente, esperando el regreso de sus amigos. Mas desgraciadamente eso ya no pasaría nunca, pues esa mañana Yuri también moriría en el hospital al que le habían trasladado.
Pero el fiel animal no se movió de allí. Pronto los conductores habituales comenzaron a reparar en su presencia y no tardó mucho en conocerse por boca de algunos testigos el porqué de su presencia allí. Aquello derivo en una ola de simpatía hacia el animal y a partir de entonces la gente comenzó a llevarle alimentos y agua.
Todos podían ver cómo el pobre animal observaba expectante la llegada de cualquier vehículo esperando sin duda que en alguno de ellos volvieran Yuri y Elena. En ocasiones incluso acompañaba por el arcén a la carrera a algunos coches como si quisiera estar seguro de quién viajaba dentro, quedando después de nuevo solitario y cabizbajo en su rincón.
El perro se fue haciendo cada vez más popular en la ciudad y por así decirlo fue adoptado por toda la comunidad. A medida que el tiempo iba pasando varias familias intentaron llevárselo a sus casas para darle un hogar, pero como en otros casos similares no hubo manera y al final el fiel can se escapaba para volver a su esquina a esperar a sus queridos Yuri y Elena.
Como nadie sabía el nombre real del animal, alguien acabó bautizándole como “Kostik”, diminutivo en ruso de Konstantin, que significa constante. El nombre corrió de boca en boca.
Con los meses, llegó el crudo invierno ruso, pero nada quebrantaba la voluntad del perro y allí permaneció desafiando a los elementos. Conmovidos una vez más, los vecinos le llevaron cajas e incluso una caseta en la que pudiera guarecerse del frío.
Contra todo pronóstico el valiente animal logró sobrevivir al invierno, firme en su posición y esperando con tanta ansiedad como el primer día.
Y vinieron más veranos… Y más inviernos… Y el tiempo siguió pasando… Y una única cosa permanecía invariable. El fiel Kostik esperando en su rincón de la carretera. Nada podía moverle de allí, ni el frío, ni el calor, ni la lluvia, ni el viento. Nada le hizo desistir en su determinación. A estas alturas y con semejante muestra de persistencia y amor, se había convertido ya en una celebridad y su ejemplo conmovía y emocionaba a miles de personas.
La historia continuó así hasta nada menos que el año 2002. Fue entonces cuando unos niños que jugaban encontraron el cadáver del noble animal tendido en un bosquecillo cercano a su lugar de guardia, al que quizá había llegado buscando un último rincón tranquilo para hacer su viaje final al encuentro por fin de sus amigos humanos.
La noticia corrió como un reguero de pólvora y lleno de desconsuelo a las buenas gentes de la localidad, que se vieron abocados a la idea de no volver a ver al ejemplar animal al que tanto cariño habían cogido todos.
Pero sin embargo eso no iba a ser exactamente así, por cuanto a partir de entonces comenzaron a circular testimonios de personas que afirmaban haber visto a Kostik justo en su esquina, especialmente por las noches. Por unas semanas los avistamientos se multiplicaron sin que se acertaran a explicar todos los casos. Para la gente estaba claro que era el espíritu del increíble animal que todavía mantenía una unión con aquel sitio y con aquellas gentes que le habían acompañado y ofrecido su amistad y cuidados durante esos años.
Finalmente, impresionados por los testimonios y por el deseo de la gente de que no se olvidara al ejemplar perro y su conmovedora historia, le delegación del famoso Rotary Club de la zona, puso en marcha una suscripción pública para levantarle una estatua homenaje. La respuesta fue entusiasta y se encargó al escultor Oleg Klyuev la puesta en marcha de la obra.
Y fue así como el Domingo 1 de Junio de 2003, tras 250.000 rublos de presupuesto sufragado por las donaciones de la gente y esculpida en bronce con un pedestal de granito y una altura de metro y medio, se inauguraba oficialmente la estatua homenaje a Kostik, bautizada acertadamente como “Monumento a la fidelidad”.
Como no podía ser de otra manera y aunque con los años el lugar había cambiado ligeramente, se ubicó en el punto exacto donde el buen can mantuvo su inquebrantable espera.
A la inauguración acudieron todas las fuerzas vivas de la localidad al completo capitaneadas por su alcalde Nikolay Rents, los representantes del Rotary Club, periodistas de todo el país y por supuesto una cantidad ingente de personas anónimas y de quienes conocieron y tuvieron contacto en una u otra forma con el magnífico perro.
Y allí está desde entonces, con la cabeza vuelta hacia la carretera como tantas veces estuvo el noble animal esperando sin desfallecer jamás. Y pocas veces le faltan ramos de flores que los lugareños dejan en su recuerdo.
Ni que decir tiene que la estatua se ha convertido en la principal atracción turística de la ciudad, habiéndose desarrollado incluso una curiosa tradición a su alrededor y es que las parejas de recién casados, antes de iniciar su viaje de luna de miel se acercan a frotarle la nariz a la figura del can, para asegurarse la felicidad en su matrimonio. La tradición ha calado tan hondo en toda la región que de hecho el hocico de Kostik permanece siempre brillante y pulido.
Ese hecho además es el que ha propiciado el segundo nombre de la estatua con el que es conocida ya también por todos y que da título a esta entrada: “El perro de los novios”.
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