El perrito de Navidad
No quería dejar pasar estas fechas sin publicar una historia con un tinte más entrañable, tal como creo corresponde a estas tradicionales fiestas navideñas.
Y lo haré además hablando sobre un pequeño personaje que estos días se ha hecho muy popular por ser uno de los protagonistas del siempre esperado anuncio anual de la lotería de Navidad, que este año ha sido dirigido por Alejandro Amenábar.
Como podréis imaginar, no hablo de ninguna de las personas que en la filmación aparecen, sino del simpático perrito que tiene también una parte relevante en la historia y que acaba en los brazos del lotero, como un mágico regalo para él.
Por si no lo sabíais, el can se llama “Max” y su propietaria y amiga es Ainhoa Larregui. Ambos viven en Madrid y no es ni mucho menos la primera vez que el inteligente perro “trabaja” para el mundo del cine o la publicidad.
Sin embargo, lo que seguro os dejará alucinados es la sorprendente historia de Max, que no siempre lo tuvo fácil y sobre todo su participación en un hecho médico que ha devuelto la alegría a una familia.
Todo comenzó hace unos pocos años en la protectora de animales sevillana, El Buen Amigo. Llevado allí con nada de tiempo y con un destino incierto, tuvo sin embargo su oportunidad a los dos meses, cuando una familia decidió adoptarlo.
Sin embargo, las cosas para “Bolita”, que ese era su nombre entonces y con el que era promocionado en las redes como candidato para adoptar, no fueron al final todo lo bien que cabía esperar y aquella familia decidió cinco meses después que no querían seguir haciéndose cargo de él.
Dentro de lo malo, al menos no lo abandonaron en ninguna cuneta y lo llevaron de vuelta a la protectora. Su personal de nuevo se puso a la tarea de intentar encontrar un hogar a Bolita y por suerte para el can, apareció Ainhoa.
Ella, gran amante de los animales, decidió quedarse al perrito para darle una nueva vida. Por de pronto y como símbolo de esa transformación, le cambió el nombre por el de Max y le comenzó a enseñar además algunas nociones básicas de comportamiento para que la vida familiar fuera más fácil para las dos partes.
Más para su sorpresa, no tardó en darse cuenta de que Max tenía una gran capacidad de aprendizaje y de esa forma y casi como juego, comenzó también a adiestrarle en pequeñas habilidades que en un principio servían para divertirse ellos mismos pero también a los amigos de Ainhoa que quedaban encantados con el perrito.
Se le ocurrió entonces a la mujer que Max podría tener un recorrido profesional, por lo que poco a poco comenzó a contactar con productoras y gente del sector. Así consiguió entrar en el mundo de la publicidad donde consiguió su mayor éxito hasta entonces cuando participó en el también famoso anuncio veraniego de La Casera y su “Tinto de Verano”, siendo entonces el perrito de la familia Sandoval.
Posteriormente hizo también algunas promociones para Antena 3 y le acabó llegando la oportunidad de protagonizar el spot de la lotería que hemos estado viendo estos días. Dicen que el propio Alejandro Amenábar quedó prendado del animal tan pronto se lo llevaron para hacer una prueba de cámara.
Tan es así, que en el rodaje adaptaba las escaletas de grabación a las necesidades del perro y siempre pedía que tuvieran un cuenco de comida y de agua fresca a su disposición en todo momento.
Y eso que curiosamente los productores del anuncio habían rechazado en un primer momento a Max porque lo veían demasiado guapo y buscaban un perro con un aspecto más callejero. Sin embargo, la decidida Ainhoa lo “maquilló” un poco usando algunas ceras para darle un aspecto un poco más descuidado y consiguió pasar el filtro.
Puestos por tanto a día de hoy, desde luego parece que el pequeño Max, tiene una buena estrella que la ha permitido salir adelante y que el cariño y la amistad que proporciona, en este caso le son devueltos.
Sin embargo, siendo ya para tan poco tiempo una vida de lo más aventurera, lo realmente increíble es la faceta más desconocida del pequeño animal que le ha llevado a convertirse en un pequeño ángel para otro pequeño, en este caso humano.
Veréis, Ainhoa y Max tienen como vecinos a una familia, Carlos, Macarena y su hijo Nico. Son buenos amigos, pero desde luego no tenían idea de la prueba que el destino les reservaba a todos.
La historia, que comenzó como una auténtica pesadilla, tuvo su origen en junio de 2014. Una mañana, Nico, entonces con siete años, comenzó a sentirse mal y vomitar, por lo que acudieron al médico. Durante cuatro meses no lograron que el chico terminara de restablecerse y por fin, el 20 de octubre al realizarle un TAC, descubrieron la terrible causa de todos los problemas. Tenía un tumor en el cerebelo.
En los días siguientes tuvieron que organizar la operación, que era complicada, pero que afortunadamente salió bien. Sin embargo la familia recibió un durísimo golpe, puesto que unos días después y de la noche a la mañana, Nico empeoró súbitamente hasta el punto de que entró en el estado vegetativo conocido como “Síndrome del cautiverio”, en el que lo único que hacía por sí mismo era respirar.
Para colmo de males surgieron algunas otras complicaciones como una trombosis, que hicieron temer seriamente por la vida del chaval. Con gran pericia, los doctores lograron finalmente parar los golpes y consiguieron estabilizar, dentro de la gravedad, su situación puramente física.
Aquí entró entonces en juego el equipo de rehabilitación que se empeñaron en lograr “despertar” a Nico para que pudiera comenzar una incierta pero esperanzadora recuperación. Con la vuelta a casa del pequeño se pusieron sin demora a ello.
Armados de una paciencia infinita, estimulaban su musculatura para que no sufriera e intentaban llegar a su mente para ponerla en marcha de nuevo, sin embargo cuando llevaban tres meses de terapia, todavía no habían obtenido resultados y Nico seguía sin reaccionar a ningún estímulo.
Pero un día, todo iba a dar un vuelco absolutamente inesperado. Era precisamente el día del sorteo de Navidad, el 22 de diciembre de 2015 y la familia no podía imaginar que ellos iban a conseguir también su premio, el más importante.
Esa tarde, al parecer, puede que como parte de algún proceso para estimular sensaciones, el pequeño tenía los dedos “untados” con crema de cacao. Quiso la casualidad que Ainhoa pasara a saludar a sus vecinos y a ver a Nico.
Pero venía acompañada de un pequeño ángel, el avispado Max, que con toda naturalidad quiso investigar aquella pequeña figura inmóvil en su butaca. Al pronto percibió el olor de la crema de cacao y se subió en sus rodillas.
Fue todo tan imprevisto y natural que nadie reaccionó y simplemente quedaron mirando, expectantes pero sin intervenir. Entonces Max obró el milagro.
Se puso a lamer la crema de los dedos del niño hasta dejarlos impolutos y entonces sucedió. Nico levantó el brazo y torpemente intentó acariciar al perrito, incluso esbozó una ligera sonrisa. Nadie de los presentes podía creer lo que estaban viendo. Pronto las lágrimas de alegría inundaron la habitación puesto que Nico había vuelto.
A partir de entonces, los médicos decidieron, con el pleno acuerdo de los padres y de Ainhoa, incluir a Max como parte fundamental de las terapias. Los resultados fueron espectaculares y el contacto con el simpático e inteligente animal resultó para Nico el mejor de los alicientes para recuperarse poco a poco.
Hoy en día Nico hace una vida normal y desde luego él y Max siguen teniendo una conexión especial y son grandes amigos, disfrutando de todas las visitas que, como vecinos, uno u otro se siguen haciendo con asiduidad.
¿Qué os parece la historia? Me pareció conmovedora y muy adecuada para estas fechas. Por eso os la he transmitido ahora. No deja de ser curioso además que su parte álgida tuviera lugar un día de sorteo de Navidad, como si fuese una premonición del anuncio que este 2017 ha hecho a Max conocido en toda España.
Está claro que el perrete tiene una especial relación con ese sorteo. Estaré atento, porque si un día señala algún número para el próximo, va a ser cuestión de comprarlo, je, je… ¿No os parece?
Desde MISTERIO ANIMAL os deseo sinceramente…
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