Un ave que siempre ha despertado curiosidad por su especial comportamiento, que de hecho le ha valido su denominación común, es el pájaro carpintero.

Nombre que en realidad agrupa a muy diversas especies a lo largo y ancho del mundo, todas ellas unidas por esa capacidad para labrarse sus nidos, nunca mejor dicho, en las cortezas de los árboles.

Por supuesto la ciencia conoce bien el proceso evolutivo por el que llegó a desarrollarse tal habilidad en este tipo de aves, pero no todas las explicaciones llegan desde la perspectiva académica.

En territorio de Sudamérica y más concretamente en la conocida como Tierra de fuego, tiene su origen una antigua historia que viene a contarnos cómo apareció el primer pájaro carpintero, aquí teniendo como protagonista un bello representante local, como es el carpintero gigante (Campephilus magellanicus).

La leyenda viene de la tradición del pueblo Selknam, antiguos habitantes nativos de la región, que nos han aportado un interesante relato.

Es la historia de un joven y valeroso guerrero llamado Kákach, menudo de apariencia pero siempre dispuesto a ayudar a los demás.

Su pueblo disponía del acceso al único lago de la región, indispensable para el suministro de agua de todos los habitantes, por lo que siempre había algún vigilante en los accesos y allí era frecuente encontrar al muchacho.

Un día vio llegar a lo lejos una mujer de lo más inquietante, puesto que era mucho más alta de lo normal, aunque su cabeza, por el contrario, era más pequeña de lo que debería, provocando que el conjunto resultara perturbador.

El joven, ante lo insólito de la visitante, corrió a avisar a la gente del pueblo, pero nadie le tomó en serio. Preocupado, acudió raudo a casa del hombre más mayor de todos, asumiendo que podría tener algún dato útil.

Cuando describió al anciano lo que había visto, este se mostró asustado y le dijo que la extraña era en realidad una bruja muy poderosa y malvada, llamada Taita.

Lamentablemente, la mujer decidió instalarse justo en el cruce de acceso al lago, sin permitir que nadie más pudiera acercarse. Para ello realizó un potente hechizo que derribo los arboles cercanos. Después los utilizó para construir un enorme cercado con el que aisló el lago y pudo tenerlo para su uso exclusivo.

A medida que pasaban los días se iban agotando las reservas de los Selknam y al final la sed hizo su aparición, pero por mucho que lo necesitaran, nadie encontraba el modo de enfrentarse a la cruel bruja para recuperar el preciado lago.

Cuando la situación empezaba a ser insostenible, el valiente Kákach dio un paso al frente y se ofreció voluntario para intentar acabar con Taita, ante el asombro de sus vecinos.

Esa noche, el joven guerrero tras pintarse el cuerpo de negro y la cara de rojo, se armó con un cuchillo de combate y partió hacia la empalizada de la bruja.

Tenía que trepar por los altos troncos, cosa que comenzó a hacer ayudándose con su cuchillo, realizando pequeñas oquedades que le iban sirviendo progresivamente de apoyos para avanzar.

Finalmente consiguió llegar a lo alto, momento en el que la bruja pudo ver que estaba allí y entonces dio comienzo la terrible pelea.

Fueron unos minutos tremendos, con la bruja intentando derribar al guerrero mientras éste saltaba ágilmente entre los troncos de la empalizada esquivando sus acometidas, mientras a lo lejos los habitantes del pueblo podían oír el estruendo de la contienda.

En un momento dado, la bruja consiguió alcanzar al joven agarrándole por el cabello, dispuesta a asestar el golpe de gracia, pero no contaba con la agilidad de Kákach, que justo entonces, cuando todo parecía perdido, logró clavar su cuchillo hasta la empuñadura en el cuerpo de la malvada Taita.

Magullado y herido, regresó ante los suyos con la maravillosa noticia de que el lago estaba de nuevo a su disposición, provocando el júbilo de los allí presentes.

Pero esto que parecía poner fin al siniestro episodio, no fue sino un paréntesis, puesto que algo muy extraño iba a suceder desde ese momento.

Kákach, el héroe local, comenzó a comportarse de manera peculiar, mostrando una querencia especial por subirse a los árboles y lo peor de todo es que para sorpresa de quién lo viera, al joven comenzaron a salirle plumas por todo el cuerpo.

No pasó mucho tiempo para que los nativos pensaran que la bruja, antes de morir, debía haberle lanzado alguna especie de maldición. Sea como fuere, el guerrero cada vez parecía más un ave que un humano.

Hasta que un día, el proceso concluyó y aquel que un día fuera Kákach se terminó de convertir en una hermosa ave de cuerpo negro y cabeza roja, que voló libre hacia el bosque para no volver.

Dicen que nadie del pueblo logró encontrarlo ya, pero que a partir de entonces y con el paso del tiempo, esos bellos pájaros carpinteros que se empezaron a ver y que hoy todavía se ven en esas tierras, no son sino los descendientes del bravo guerrero y por eso visten con orgullo sus pinturas de guerra.

Etiquetas:

Categorías: AvesLeyendas