El Bosco y las aves
Si habéis estado por Madrid desde el pasado 31 de mayo hasta ahora, es posible que si sois aficionados os hayáis acercado hasta el famoso Museo del Prado, teniendo ocasión de contemplar la magnífica exposición temporal sobre el Bosco, que de hecho debía haber finalizado el pasado día 11 de septiembre, pero que por el gran éxito obtenido se ha prorrogado hasta el próximo día 25, con lo que todavía estáis a tiempo de verla y más si alguno de los detalles que os contaré ahora os llama la atención.
Figura del arte controvertida a la vez que reconocida, por el estilo y composición de sus principales obras, Jheronimus Van Aken (1450-1516), nacido en el ducado de Bramante (Ubicado en la actual Holanda), ha sido objeto de numerosos estudios tanto en lo que respecta a sus peripecias vitales como a su lugar en la historia del arte, por ello no me extenderé yo aquí sobre el particular.
Simplemente indicar que su paso a la historia con el sobrenombre con el que todos le conocemos, “El Bosco”, vino del momento en el que comenzó a firmar sus obras pictóricas como Jheronimus Bosch, que españolizado acabó siendo El Bosco. Dicha firma es visible en sus principales obras.
Como decía, se han analizado multitud de detalles sobre el hombre y su producción artística, pero hay uno en concreto que quizá no es tan conocido y que supongo que dado que hablo de ello ya habréis deducido que está en la órbita de MISTERIO ANIMAL.
Y ese detalle no es otro que los precisos y completos conocimientos que tenía el Bosco del mundo animal y más concretamente de Ornitología, campo en el que al parecer era todo un experto.
Y eso puede comprobarse fácilmente en sus obras y me voy a centrar concretamente en dos de las más famosas. Me referiré a dos de sus trípticos, quizá las composiciones que le proporcionaron más reconocimiento, y entre ellos nada menos que “El Jardín de las Delicias” y “El Carro de Heno”.
Como salvedad y enlazando con el arranque de la entrada, diré que si os resultan curiosos los detalles que ahora comentaré, pero os preocupan las fechas de la exposición, estad tranquilos, pues ambas obras pertenecían ya a la colección permanente del Museo del Prado y seguirán allí una vez finalice la exposición temporal.
¡Qué decir de El Jardín de las Delicias que no se haya dicho ya! Pocos cuadros han sido objeto de tantos estudios sobre su significación y motivación y no hay duda de que uno se queda con la boca abierta cuando está frente al original, pero como no es nuestro objeto, no voy a entrar yo ahora en disquisiciones.
Eso sí, os comenté de los conocimientos ornitológicos de El Bosco. Pues bien, os haré notar algunas muestras observando varios detalles del enigmático tríptico.
Al ver el cuadro, no podemos dejar de captar la sensación onírica e irreal que transmite en conjunto, con tantos seres y situaciones extrañas. Sin embargo, hay pequeños detalles que están tratados con una perfección realista casi fotográfica y precisamente tienen que ver con las aves.
Fijémonos en la parte central del tríptico. Si subimos desde abajo hacia arriba por el centro, llegaremos a una especie de “V” invertida de un color rojizo que destaca. Tenéis ese punto ampliado en la imagen centrada bajo estas líneas.
Si os fijáis, entre la barahúnda de alrededor, allí posado está pintado con gran detalle un ejemplar de arrendajo europeo (garrulus glandarius) y hacia la izquierda, colgando boca abajo en una rama, por cierto una de sus poses y comportamientos característicos cuando busca semillas, se encuentra un bonito ejemplar de carbonero común (parus major).
Un poco hacia la izquierda y arriba, en el margen de la parte central, podemos ver otros ejemplos realistas de aves. Es el detalle que tenéis centrado inmediatamente debajo.
Aquí, con la única salvedad de estar representadas como gigantes, son fácilmente reconocibles y de nuevo con gran fidelidad, otras aves agrupadas en un abigarrado conglomerado.
Desde la derecha del grupo hacia la izquierda, encontramos en primer lugar un jilguero (carduelis carduelis), inmediatamente detrás podemos reconocer un petirrojo (erithacus rubecula), tras el que se encuentra un bonito pito real (picus viridis) y tras ellos con su inconfundible corona de plumas, una abubilla (upupa epops), que precede a una hembra de ánade real (anas platyrhynchos). Debajo de ella vemos un martín pescador (alcedo atthis) y tumbado bajo todos, otro ánade real (anas platyrhynchos), en este caso el macho. Y aún más, justo debajo, con un hombre que le abraza podemos ver un cárabo común (strix aluco).
Por supuesto, hay otras muchas aves en el cuadro que aparecen con rasgos extraños, pero lo curioso es que cuando se lo propone, El Bosco es capaz de proporcionarnos un retrato casi fotográfico del animal que desee, cosa que implica y más en aquella época, un gran conocimiento del mismo. Yo personalmente he visto en la realidad a todas esas aves, pues son europeas y se encuentran en España, pudiendo decir que están representadas con toda fidelidad.
Por ello, aunque desde luego es significativo y llama la atención el nivel de conocimiento ornitológico, no es tampoco algo realmente extraordinario, dado que son aves que podía contemplar también en su tierra natal holandesa, aunque por supuesto es algo remarcable y poco conocido.
Ahora bien, las sorpresas no se acaban aquí y ahora viene alguna mejor. Volvamos a contemplar el cuadro, pero en esta ocasión vamos a ir a la parte izquierda. Centrado abajo está el detalle de la zona en la que quiero que os fijéis.
Justo centrada en la parte verde, a la derecha de un gato, podemos ver un ave gris y negra, podríamos pensar que es una invención del autor, pero si nos atenemos a su nivel de detalle y recordamos cómo lo ha aplicado en otros puntos a aves reales, podríamos afirmar que se trata de una corneja cenicienta (corvux cornis).
Lo asombroso es que esta ave tiene su hábitat en el este de Europa y es sumamente raro verla por Centroeuropa. Pudiera ser que en la época de El Bosco fuera quizá más corriente, pero sin duda es otro punto a favor de un conocimiento profundo de las aves.
Por ello son también dignas de mencionar otras aves que se pueden ver en la parte de abajo del detalle, de color pardo y que podrían parecer interpretaciones de un ave lira (menura novaehollandiae), curiosamente que cuenta en su nombre científico con la mención a Nueva Holanda, nombre inicial que se dio a Australia a mediados del siglo XVII, por parte del navegador holandés Abel Tasman (en recuerdo de quien se dio nombre a la cercana isla de Tasmania).
Sin embargo estas exploraciones y expediciones son posteriores a la muerte de El Bosco, por lo que tendríamos un auténtico enigma zoológico si fuera así.
Aunque lo más alucinante es que sin salirnos mucho de esa zona geográfica, el pintor nos obsequia con un aporte más.
Cambiemos de cuadro. Vamos en esta ocasión a otro magnífico tríptico que por suerte también podemos contemplar en la pinacoteca madrileña. Se trata de “El Carro de Heno”. Otra obra repleta de alegorías.
En esta ocasión nos vamos a fijar en la parte derecha y en concreto en la parte de abajo.
De nuevo encontramos un ave, pero de nuevo sorprendente y completamente inesperada, porque a poco que imaginemos, nos parecerá que lo que tenemos delante es ni más ni menos que un kiwi (género apteryx, con cinco subespecies), la famosísima ave originaria y exclusiva de Nueva Zelanda. Justo al final de este párrafo veréis el detalle de la zona.
Una vez más otra ave imposible para El Bosco, pues en la época en la que él vivió ni siquiera se había descubierto la isla.
No deja de ser curioso que ambos misterios vengan ocasionados por aves pertenecientes a la misma zona geográfica, tremendamente distante y que debió ser realmente desconocida para el pintor. Por lo que querer saber cómo pudo tener conocimiento de la existencia de esas aves se antoja difícil de resolver.
Podemos simplemente asociar estos ejemplos a otras muchas aves casi oníricas y manifiestamente inventadas que aparecen en estas obras y decir sin más que son casualidades, pero ya hemos visto también la capacidad del pintor para poder representar fielmente las aves, por lo que ante una persona y unas obras de por sí tan misteriosas, tampoco parece descabellado añadir un misterio más a la lista, ¿No os parece?
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