De siempre han existido animales a los que sus dueños han dado a conocer al público adjudicándoles capacidades cognitivas que en principio parecen más destinadas a los humanos.

Sobre todo en las primeras décadas del siglo XX, se hicieron populares algún que otro équido, también aves y por su aventajada posición como mascota, por supuesto perros. No obstante, es cierto que en la mayoría de los casos estos animales no pasaron de ser un fenómeno de feria, cuando no acabaron cayendo en el olvido al descubrirse que todo en realidad formaba parte de astutos y elaborados trucos de sus propietarios o entrenadores.

Sin embargo, en alguna ocasión las cosas quedaron mucho más envueltas en el puro misterio, como sucedió en la historia que nos ocupa hoy y que aconteció durante la década de 1950 en los Estados Unidos.

Los protagonistas son un ingeniero químico llamado George Wood, que residía en Long Island, dentro del estado de Nueva York y por otra parte su simpático y vivaracho perrito, de nombre “Chris”.

Era este un ejemplar de tamaño medio y de raza Beagle, en el que su dueño detectó una increíble capacidad para acometer tareas que en principio parecían demasiado complejas para el can al necesitar una capacidad lógica que el animal no debería haber poseído.

Hablamos de cálculos matemáticos o respuestas a preguntas que se le formularan. Para ello ambos ultimaron una especie de código que consistía en que el perro tocaba la manga de George tantas veces como hiciera falta, de tal modo que podían componer así cifras y palabras.

El hombre pronto comenzó a hacer pequeñas demostraciones caseras con familiares y conocidos que ocasionaron un creciente boca a boca a medida que más gente quedaba asombrada con la aparente capacidad de raciocinio de Chris.

Chris.Tanto fue así que pronto las publicaciones locales y al final los medios nacionales y las cadenas de televisión se hicieron eco de la noticia y el perrito acabó convirtiéndose en una estrella en todo el país, llegando a ser conocido como “Chris the Wonder Dog”.

Allá por 1954, no era raro que apareciera como invitado en algún programa o entrevista dejando a todos boquiabiertos con sus habilidades, realizando operaciones matemáticas simples o contestando con coherencia a preguntas generales realizadas.

Obviamente, esa celebridad también había dado pie a contar tanto con defensores entusiastas como con críticos que en cada ocasión intentaban encontrar el truco con el que, estaban convencidos, George engañaba a todo el mundo. Si bien es cierto que no lograban pillarle en un renuncio.

Fue entonces cuando la historia pasó a otro nivel al intervenir el famoso Laboratorio de Parapsicología de la Universidad de Duke, en pleno apogeo por entonces como epicentro de todo tipo de investigaciones psíquicas.

Creado por el famoso doctor e investigador J. B. Rhine, podéis refrescar su historia, sin ir más lejos, a través de una entrada aquí mismo, en MISTERIO ANIMAL (Ver: www.misterioanimal.com/psi-trailing).

Desde Duke solicitaron a George que permitiera realizar una batería de pruebas controladas con Chris para intentar determinar qué había de cierto en sus asombrosas capacidades y si realmente poseía facultades de videncia. Entonces, para sorpresa de sus críticos que pensaban que nunca aceptaría algo así, George se mostró plenamente de acuerdo y accedió a ello.

Se formó entonces un equipo dirigido por Remi Cadoret, uno de los parapsicólogos responsables del centro, que diseño una serie de pruebas a la medida del caso con el objetivo de que pudieran ser empíricamente analizadas.

Cartas Zener.Como base para estas pruebas se decidió utilizar la ya famosa baraja de cartas Zener, herramienta de cabecera para todas las pruebas sobre PES que se realizaban, especialmente las de telepatía. Es, como seguro conoceréis, esa baraja que consta de veinticinco cartas en total con cinco figuras repetidas cinco veces, la estrella, el cuadrado, el río, la cruz y el círculo, símbolos que tenéis junto a estas líneas.

Pensaron realizar unas series de tiradas consecutivas en las que el perro debería “adivinar” cada una de las cartas por anticipado, por supuesto sin verlas antes.

Se le enseñó a Chris a reaccionar tocando una vez a George si pensaba que la siguiente carta que le enseñarían sería el círculo, dos veces si estimaba que sería la cruz y así sucesivamente hasta identificar cada símbolo con una secuencia de toques.

Pues bien, para sorpresa de los investigadores, en las primeras tandas Chris pasó del 75% de aciertos, cifras muy superiores a las estimables simplemente por azar. Ante eso, comenzaron a complicar las condiciones de los experimentos mediante métodos como meter las cartas en sobres opacos o separando a Chris y a George en habitaciones distintas para evitar cualquier seña involuntaria por su parte que el perro pudiera interpretar. En este último caso, Chris estaba junto a un amigo de ambos de forma que siguiera tranquilo y confiado.

Increíblemente eso no hizo disminuir sensiblemente las tasas de acierto del can, que siguieron estando muy por encima de la media atribuible a la casualidad. De hecho, una de las tandas fue tan precisa que uno de los investigadores realizó una operación matemática para comprobar la posibilidad exacta de que hubiera sido debida al azar, obteniendo el pasmoso resultado de que la probabilidad era de 1 entre 1.000 millones.

Remi Cadoret.Curiosamente hubo por el contrario unas series en las que el perro obtuvo unos resultados realmente malos y muy por debajo de lo marcado por la casualidad. Se dieron cuenta de que todas esas series tuvieron un denominador común que no era otro que la presencia en la sala del propio Remi Cadoret.

Acabaron pensando que Chris no congenió bien con el investigador y de alguna manera el receló que le causaba su presencia le hacía desconcentrarse por completo, cosa que no ocurrió en ninguna de las otras series independientemente de sus condicionantes o de las personas que participaran.

A la postre, tras realizar todas las tandas que estaban previstas y tomarse un tiempo para analizar los resultados,  los investigadores de la Universidad de Duke no lograron presentar un dictamen concluyente.

No quedaron absolutamente convencidos de que, de alguna forma que tampoco pudieron probar, George o sus amigos no fueran capaces de transmitir algún tipo de señal casi indetectable a Chris para que el animal fuese capaz de dar la respuesta más adecuada.

Bien es cierto también que las rigurosas condiciones en que precisamente esos mismos investigadores habían diseñado y realizado las pruebas, les hicieron reconocer que hubiera sido realmente complicado llevar a efecto un engaño sistemático de ese tipo.

Por ello finalmente pusieron en valor los extraordinarios datos estadísticos obtenidos por Chris como ciertamente imposibles de lograr por la mera participación del azar, si bien no se decidieron a achacar con claridad dichos resultados a una capacidad psíquica especial en el animal.

Universidad de Duke.Acordaron todos encontrarse de nuevo a medio plazo para realizar nuevas y diferentes pruebas, pero sin embargo eso no llegaría a llevarse a efecto, pues en 1959 Chris sufrió un ataque al corazón que le hizo tener que llevar a partir de entonces una vida más tranquila por recomendación médica y desaconsejó por completo toda la parafernalia que traía consigo la realización de nuevas pruebas en Duke.

No obstante, George y Chris siguieron haciendo, hasta la muerte del animal unos años después, pequeñas demostraciones caseras de sus habilidades para un entorno más íntimo. Al final sus prodigiosas habilidades paranormales acabarían quedando en el misterio pues aunque permaneciera siempre un poso de desconfianza en ciertos sectores en cuanto a la existencia de algún truco que nadie pudo nunca descubrir, tampoco se pudieron poner en duda sus resultados a lo largo de los años, especialmente tras las pruebas en la Universidad de Duke.

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