Cocodrilos en la tumba
Ha sido noticia recientemente un nuevo descubrimiento arqueológico en Egipto, relacionado en esta ocasión con animales.
Lo novedoso no es el hecho de que haya relación con animales, pues ese punto es en realidad algo bastante común en los asuntos derivados del Antiguo Egipto.
Pero sí lo es la forma en que los restos, pues de eso se trata, han aparecido durante los trabajos de excavación y recopilación de un grupo de especialistas.
Los estudios forman parte del proyecto Asasif, del Centro de Arqueología Mediterránea de la Universidad de Varsovia, cuyos investigadores, liderados por el jefe del departamento, Patryck Chudzik, han estudiado una zona de la gran necrópolis tebana que rodea el templo de Hatshepsut.
Allí, se han centrado especialmente en dos tumbas de altos funcionarios de la época del faraón Mentuhotep II, que reinó entre los años 2055 y 2002 a. C., en las que ha aparecido este nuevo descubrimiento.
Se ha podido determinar que una de ellas pertenece a uno de los más importantes, como fue su canciller, Cheti, mientras que la otra todavía permanece sin identificar.
Pero lo que ha centrado la atención de los investigadores es el hecho de haber descubierto nueve cabezas de cocodrilo en el interior de las tumbas.
La aparición de restos de cocodrilos, hasta momificados, no era rara en sí misma, pues se han encontrado ya otras veces, como por ejemplo sucedió recientemente en otro enclave explorado por un equipo de varias naciones.
En Qubbat al-Hawa, cerca de Asuán, se encontraron diez cocodrilos momificados, entre ellos había cinco ejemplares más o menos completos y cinco cabezas. Las momias se encontraban en diferentes estados de conservación.
Aquí también ha sido curiosa la forma de conservación de las momias, pues difiere de lo observado en otras ocasiones, especialmente porque no había indicios del uso de resinas o de evisceración de los cadáveres como parte del proceso de momificación.
Eso sugiere que los restos son anteriores a la época ptolemaica, dato que por otra parte concuerda con la fase final de uso funerario de Qubbat al-Hawa, estimada hacia el siglo V a.C.
Es probable que esos cocodrilos pudieran haber sido utilizados de intermediarios entre los humanos y el dios Sobek, el dios cocodrilo egipcio, muy importante en la cercana Kom Ombo, a solo 50 kilómetros de Asuán. Ciertamente, Kom Ombo fue un importante centro de culto a los cocodrilos, pero hasta ahora no se tenía noticia de que ocurriera lo mismo en Asuán.
Pero volviendo al descubrimiento de los arqueólogos polacos y como decía, a pesar de que la presencia de cocodrilos no era extraña en ubicaciones del Antiguo Egipto, sí hay en este hallazgo un punto nuevo, pues parece que no se habían hallado restos de estos reptiles directamente en tumbas humanas.
Ellos mismos han comentado el hecho de que es la primera vez que se encuentran en el interior de sepulturas, por lo que califican el hallazgo como único hasta la fecha.
Las partes de las cabezas estaban en esta ocasión simplemente envueltas en tela y al parecer no habían sido sometidas a tratamiento alguno. En las imágenes de los propios investigadores junto a estas líneas, podemos algunos de los restos hallados.
Los cráneos pertenecían a ejemplares jóvenes y adultos. Su longitud media oscilaba entre los 2 y 4 metros. Únicamente se han localizado fragmentos de cráneos y mandíbulas, por lo que los expertos no pueden precisar tampoco cómo se produjo la separación de las cabezas de los cuerpos ni el destino del resto de los animales.
Según Patryck Chudzik, creen que lo que es seguro es que formaban parte del mobiliario de la tumba y por tanto tenían un claro significado mágico.
Esa tesis ha sido estudiada en una investigación publicada por la revista “Journal of African Archaeology”. Según se puede leer, el objetivo de esos fragmentos era ayudar a los difuntos en su viaje al Más Allá.
No es algo secreto que los cocodrilos eran uno de los animales de culto en el Antiguo Egipto y en su panteón se encontraba el dios cocodrilo Sobek, al que he citado ya en esta entrada, que era identificado con el poder faraónico, las inundaciones y la fertilidad.
Era representado como un cocodrilo o como un hombre con la cabeza de este reptil. Alcanzó un alto rango en el panteón gracias al sincretismo egipcio.
A partir del Reino Medio, Sobek, que se creía que había surgido de las Aguas Primigenias, se fusionó con el dios Sol Ra, y ya en la forma solar de Sobek-Ra formó parte del viaje eterno del sol de este a oeste.
Así, El alma del difunto en cuya tumba había cabezas de cocodrilo estaba protegida por Sobek y la forma combinada de Sobek-Ra. Entonces podía adoptar la forma del dios y, por tanto, asumir sus poderes, lo que también le protegía de los peligros que acechaban en el inframundo, como ha señalado Patryck Chudzik.
El arqueólogo añade además que esa asociación también se refleja en los Textos de los Sarcófagos, en los que se relata ese proceso por el que el difunto se convertía en Sobek.
El equipo de Chudzik realizó el hallazgo de cráneos de cocodrilo en escombros extraídos durante la excavación de las tumbas, que curiosamente fueron dejados en el lugar por la primera persona que trabajó allí, Herbert Winlock, del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, hace ya más de cien años.
Los investigadores de la época prestaron poca atención a los restos de animales. Se concentraron en localizar artefactos valiosos desde un punto de vista más material: Joyas, esculturas y objetos cotidianos. Todo lo demás acabó en esos escombros de los que ahora han sido rescatados los fragmentos de los reptiles.
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