No es algo raro que en las excavaciones arqueológicas aparezcan de vez en cuando cosas que desconciertan a los especialistas por su rareza o porque en principio no deberían estar ahí.

Se intenta entonces explicar o encajar lo encontrado de acuerdo a las teorías y conocimientos existentes, pero no siempre resulta tan fácil y es entonces cuando surgen esos trocitos incómodos del pasado que nos recuerdan que desde luego no lo sabemos todo.

Entre los restos de tiempos antiguos se encuentran por supuesto los enterramientos o cementerios, ubicaciones en las que en más de una ocasión se han encontrado vestigios de esos que incomodan.

Uno de estos casos tiene también que ver, por supuesto, con nuestros amigos animales, por cuanto son en realidad los protagonistas de la parte misteriosa del lugar hallado.

Se trata de un rico yacimiento de la época celta, datado en unos 2.000 años de antigüedad y que se halla dentro de los límites de la localidad de Winterborne Kingston dentro del condado inglés de Dorset. Se piensa que podría tratarse de la primera ciudad planificada como tal de todo el Reino Unido.

Se comenzó a estudiar en 2008, pero los trabajos más sistemáticos y concienzudos comenzaron en 2015 y hasta ahora se ha delimitado una zona que ocupa unos 32.000 metros cuadrados, a la que se le ha dado el nombre de “Duropolis” en honor a la tribu Durotriges, que se cree habitó la región en aquellos tiempos.

Hay plenamente estudiadas un grupo de 16 casas semicirculares al estilo de las utilizadas entonces, junto con sus respectivos terrenos circundantes, pero análisis con equipos geodésicos han detectado señales bajo el suelo de por lo menos otras 150 viviendas, habiendo incluso indicios de accesorios e instalaciones de servicio que darían al lugar la categoría de asentamiento urbano.

No voy a relatar ahora la extensión de los objetos y restos descubiertos y catalogados en el plano puramente arqueológico, pero sí en cambio quiero centrarme en un punto realmente misterioso que se ha mostrado como una parte muy importante, si no fundamental, del simbolismo de todo el complejo.

Veréis, en los aledaños de las casas era común que hubiera pequeños fosos de entre 2 a 3 metros de profundidad, que servían de espacio adicional de almacenamiento, pero también como lugares de enterramiento.

Dentro de Duropolis, se han estudiado ya más de 120 de esos fosos y es en muchos de esos puntos en los que ha saltado la sorpresa para los especialistas.

Y no es tampoco porque el hecho fuera absolutamente desconocido para ellos, pero sin embargo la magnitud de lo encontrado sobrepasaba con creces cualquier cosa vista en el pasado.

Hablo de un extraño ritual observado, por el que aquellos individuos enterraban animales “hibridados”. No quiero decir lógicamente de manera genética. Lo que hacían era mezclar partes de animales y el ejemplar así sepultado se constituía en una nueva especie mezcla de otras dos o más.

Esto como digo se había podido ya observar ocasionalmente en otros enterramientos a lo largo de la geografía británica, pero en Duropolis, la cantidad y variedad de los restos encontrados superaban cualquier magnitud imaginada.

En los estudios de los fosos antes mencionados se han llegado a encontrar de esa forma y enterrados cuidadosamente, casi se diría que respetuosamente, una gran variedad de combinaciones.

Así han aparecido, ejemplares como un caballo con un cuerno de vaca en la frente, otros con cuerpo de vaca y cabeza de oveja, vacas con patas o con cabeza de caballo u ovejas con dos cabezas o cabezas de toro .

Parece evidente el carácter ritual y simbólico que aquellos pueblos celtas imprimían a estas “creaciones”, por lo que el hecho de haber sido encontradas ubicadas con el máximo cuidado en aquellos fosos, que a su vez tenían para ellos una gran importancia, pues eran su depósito de alimentos, su seguro de vida, especialmente para los crudos inviernos y las épocas de escasez, otorga a los animales de Duropolis un simbolismo exponencialmente agrandado.

Según el doctor Miles Russell, codirector de las principales excavaciones realizadas en el lugar, lo novedoso en esta ocasión es el cuidado de la colocación de los restos, su imaginativa variedad y sobre todo la intensidad del número de ejemplares encontrados.

Eso hace que el yacimiento sea algo realmente inusual en el que resulta muy evidente la importancia que dieron sus pobladores originales a aquellos animales enterrados.

De hecho han sido encontrados colocados primorosamente sobre y alrededor de restos humanos, tal como si fueran silenciosos escoltas o acompañantes de los fallecidos, una muestra más de lo trascendente que era el simbolismo que representaban.

Restos humanos que en algún caso mostraban además signos claros de haber sido víctimas de sacrificios rituales, cosa que tampoco es muy habitual de ver entre los celtas, pero de la que los conquistadores romanos sí habían dejado testimonio.

Lo curioso o misterioso si se quiere, es deducir la causa de que en lugar de simplemente colocar animales domésticos de su entorno, tales como ovejas o vacas, aquellos hombres necesitasen que los animales fueran tan extraños, que de alguna manera representaran seres que no existían en realidad.

Tal como si quisieran disponer de criaturas de otros planos u otros mundos para poder realizar sus rituales, potenciando sus ofrendas quizá en la creencia de que eran esos animales especiales los que podían atraer la energía o los beneficios que esperaban conseguir.

Para la ciencia tradicional, estos iban en la línea de rogar para solicitar mejores cosechas o estar a salvo de plagas o guerras. Cosas estas de primera necesidad para su supervivencia, por ello buscaban que su mensaje hacia los dioses tuviera la máxima claridad y potencia.

Lo que desde luego sigue siendo un completo enigma, es ubicar el momento y la razón por los que decidieron que formar estas composiciones animales contra natura era la mejor manera de lograr sus objetivos.

Hay alguna explicación que sugiere que los antiguos celtas adoraban a un dios representado como mezcla de vaca y caballo y quizá de ahí el intentar acercarse a su imagen con las composiciones, pero no ha quedado constancia cierta de la existencia de ese dios al no haber dejado esos antiguos celtas evidencias escritas.

Se piensa también en teorías de ese estilo por comparación con otros pueblos de la antigüedad que disponían asimismo de mitos y cultos basados en animales monstruosos.

Pero la verdad es que la causa original, el momento y la razón por la que en determinado instante aquellos celtas se convencieron de que debían producir monstruos híbridos para sus dioses, sigue siendo un completo misterio.

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