Ballechin House
El Reino Unido como todos sabéis es rico en historias y leyendas de todo tipo, con una gran tradición de encantamientos en lo que se refiere a casas, castillos y toda clase de edificios.
En esta ocasión hablaré de una de esas mansiones tan habituales por esos lares y con una interesante historia.
La casa en cuestión se conoció como “Ballechin House” y durante el tiempo que estuvo en pie llegó a ser una de las más nombradas cuando de hablar de fenómenos extraños se trataba.
Fue levantada en 1806 en tierras escocesas cerca de la localidad de Grandtully, en la comarca de Perth (Perthshire). Sus propietarios eran una rica familia llamada Stuart de apellido, que la mandaron construir en los terrenos de una todavía más antigua casa señorial que les había pertenecido durante cerca de trescientos años.
En ese mismo año 1806 nació en la casa recién terminada Robert Stuart, que a la postre sería el iniciador de toda la leyenda posterior.
Con 19 años recién cumplidos, emigró a las entonces colonias inglesas en la India buscando aventuras y fortuna. Se enroló en el Ejército Real donde fue ascendiendo con los años llegando a alcanzar el rango de Mayor, que aquí vendría a ser como Comandante.
Hasta 1850 no decidió regresar a su país, volviendo a Ballechin House que, por cierto, había heredado en solitario dieciséis años antes, por lo que su regreso fue ya como amo y señor de la mansión.
Sin embargo, nunca llegó a ser visto por la población local como un típico Lord inglés. Tantos años de servicio en las lejanas tierras indias, le habían hecho adquirir modos y costumbres que para muchos de sus vecinos eran vistas más bien como excentricidades cuando no en algunos casos como curiosas locuras.
Robert Stuart por su parte nunca ocultó que prefería la compañía de los animales, en especial la de sus perros, a de las personas. De hecho tenía 14 perros en su finca que eran tratados como reyes, teniendo una relación especial con uno de ellos, un perro de aguas negro, perro en el que prometió reencarnarse cuando muriera para volver a Ballechin, pues en la India se hizo seguidor y creyente de la filosofía de la transmigración del alma.
Únicamente Sarah, su joven ama de llaves, parecía soportarle bien, siendo también ella la única persona por la que el Mayor Stuart, que no llegó a casarse, parecía mostrar simpatía.
Sin embargo en 1873, Sarah que entonces contaba tan solo 27 años murió misteriosa y repentinamente de una manera que nunca quedó especialmente clara. Las malas lenguas locales no tardaron en extender el detalle de que el cuerpo fue hallado en la habitación principal de la mansión y no en las del servicio, lo que tampoco contribuyó a aumentar la popularidad de Robert Stuart, aunque en modo alguno pudo probarse su intervención en los hechos.
El mayor por su parte murió con tan solo un año de diferencia, en 1874. Curiosamente fue enterrado en el cementerio cercano junto a la tumba de Sarah.
A su muerte, su sobrino John se hizo cargo de la mansión y su primera decisión no le dejó en muy buen lugar, pues mandó matar a tiros a todos los perros de su tío, empezando por el negro, quizá en un intento de evitar que Robert fuera capaz de cumplir su promesa y volver convertido en alguno de los canes.
Sin embargo, según quienes acabarían estudiando el caso, probablemente ese injustificado acto de crueldad para con los perros fuese el detonante de toda la serie de fenómenos paranormales que a la larga determinarían la demolición de la propia mansión.
Volviendo a John Stuart, lo siguiente que hizo fue convertir Ballechin House en un refugio para las monjas, como una suerte de convento privado. De hecho su propia hermana Isabel se había hecho monja tomando el nombre de Hermana Helen Frances y fue una de las primeras en mudarse a la residencia. Isabel murió en 1880 y desde entonces parece que su fantasma siguió visitando la mansión.
Aunque los fenómenos que hicieron famosa a la casa y le dieron su reputación comenzaron a producirse al poco de morir Robert Stuart y de ser eliminados sus perros, que pasarían a ser destacados protagonistas de los sucesos paranormales.
Hacia 1875 fue la propia esposa de John la primera testigo de un hecho inquietante. Estaba un día en un pequeño estudio de la casa cuando según contaba después comenzó a notar un fuerte y marcado olor a perro. Algo extrañada se acercó a los ventanales para abrirlos y ventilar así la estancia. Fue entonces cuando de repente notó un empujón en su pierna derecha. Cuando asustada miró hacia abajo no pudo ver nada pero describió el contacto como si un perro invisible se hubiera frotado contra ella.
A partir de ahí comenzaron a ser frecuentes los testimonios del personal y visitantes de la mansión que hablaban de oler, oír o sentir, presencias de perros, sin que nunca pudieran explicarse ninguno de los sucesos.
En los años siguientes la situación se había vuelto tan inquietante que varios miembros del personal se despidieron, como por ejemplo la propia institutriz de la mujer de John. Otros ilustres convecinos como el párroco local el padre Hayden, decidieron no volver a hospedarse nunca en la casa tras haber oído gritos durante la noche y escuchar cómo algo parecido a un perro golpeaba la puerta de su habitación, aunque por supuesto cuando el hombre se armó de valor para abrir allí no había absolutamente nada.
Pero el suceso más trágico llegó en 1895. Ese día John Stuart se encontraba discutiendo con su gestor algunos asuntos sobre sus propiedades cuando fueron sobresaltados por tres sonidos fuertes como de impacto a los que siguió un ruido más sordo, todos ellos procedentes de un lugar indeterminado de la estancia y sin un origen palpable.
Visiblemente nervioso, el gestor aceleró el final de la visita, pero no comprendería el alcance de lo sucedido hasta unos días después cuando le llegó la noticia de que John había muerto en un viaje a Londres atropellado por un taxi y comprendió que quizá los ruidos que oyeron ese día no habrían sido muy diferentes de los que produjera el accidente.
Tras quedarse sola, su viuda decidió cambiar de aires y se marchó alquilando Ballechin House a un capitán del Ejército y su familia por un período de un año. Sin embargo los inquilinos aguantaron únicamente once semanas antes de salir en desbandada de allí expulsados por los continuos fenómenos paranormales de los que muy a su pesar fueron testigos.
A los ya habituales olores, ladridos, ruidos varios y caricias y lametones invisibles de los perros fantasma marca de la casa, se sumaron además la espeluznante visión de un fantasma vestido con un traje de seda que se desplazaba flotando, diversos sucesos de tipología poltergeist como sábanas arrancadas de la cama, sillas moviéndose, ruidos súbitos secos y fuertes…
Y ya lo que les quitó cualquier idea de permanecer en la propiedad aun perdiendo el dinero ya adelantado fue el espectro que aterrorizó a la hija paseando alrededor de su cama con una cadencia según la niña como de alguien que arrastraba una pierna cojeando. Curiosamente ella estaba en la habitación en la que fue encontrada Sarah, el ama de llaves y es interesante hacer notar también que el Mayor Robert Stuart había regresado de la India con una lesión permanente en una pierna que le hacía cojear, resultado de las heridas producidas en una escaramuza durante su época de servicio.
Tras aquella desbandada la casa quedó libre y desocupada. No tardó en llamar la atención del Marqués de Bute, que en aquella época adquirió notoriedad como investigador psíquico. Por ello poco después, todavía en 1896, se decidió a alquilar la mansión.
Pidió ayuda a dos conocidos suyos también investigadores, el Coronel Lemesurier Taylor y Ada Goodrich-Freer, ofreciéndoles alojamiento para que colaboraran con él en la investigación de los fenómenos acaecidos en Ballechin House.
Ambos acabaron aterrizando en la casa el 3 de Febrero de 1897 junto a un grupo de ayudantes de nada menos que 35 personas.
Ya el primer día desde su llegada reportaron unos fuertes ruidos como metálicos que se habían podido escuchar por toda la casa a intervalos por un período total de dos horas.
No fue lo único de lo que pudo dar testimonio el equipo ese día pues durante la noche algunos ayudantes pudieron escuchar susurros al estilo de voces remotas e ininteligibles mientras que otros oyeron los sonidos como de gente paseando en el interior de habitaciones cerradas y que se sabían vacías.
Cuando a la mañana siguiente se realizó recuento de todo lo vivido se añadieron los testimonios de otras dos personas que habían oído a alguien arrastrarse cerca de su cama o incluso otras más que estaban en un ala adjunta dijeron haber sido sorprendidos por el sonido de un arma de fuego o haber escuchado a lo lejos a un sacerdote diciendo misa.
Posteriormente en los días siguientes se fueron anotando hechos y sucesos de lo más diverso, hasta en el exterior de la mansión, donde en un cercano arroyuelo que estaba entonces congelado fueron observadas dos monjas. Una de ellas lloraba arrodillada mientras la otra parecía confortarla. Se cree que la que lloraba pudiera haber sido Isabel, la hermana de John Stuart.
Habida cuenta de que varios de los miembros del grupo eran espiritistas se decidió montar una sesión de Ouija, en la que una persona de nombre Isabel tomo el control de la tabla y pidió a los del grupo que volvieran al arroyo helado. Cuando una pequeña avanzadilla volvió a ese lugar vieron esta vez con una claridad asombrosa a una monja con un hábito negro que destacaba dramáticamente sobre el fondo nevado. Tras mirarles directamente les dio la espalda y se alejó caminando pausadamente hacia una cañada cercana hasta que despareció de la vista tras unos árboles.
Esa misma monja sería vista en no pocas ocasiones más por diferentes miembros del equipo mientras estuvieron estudiando la casa.
Al final tras varios meses de estudio redactaron un informe dando cuenta de la enorme cantidad de fenómenos observados y de la imposibilidad de poder explicar con detalle la causa de todos ellos.
En 1899 Ada Goodrich-Freer escribió un libro sobre esa historia llamado “The Alleged Haunting of Ballechin House”, que fue editado y publicado por el Marqués de Bute y que incluía las anotaciones personales del diario del Coronel Lemesurier Taylor.
Tras la partida del grupo, la casa quedó de nuevo vacía. Ya hacia 1932 se encontraba en un estado ruinoso y permanecería ya vacía y abandonada hasta que finalmente en 1963 fuera demolida por completo quedándose con todos sus secretos para siempre.
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