Ave inusual con leyenda
Es habitual que en las grandes leyendas e historias antiguas que tienen animales como protagonistas e inspiradores, los elegidos sean principalmente los más imponentes, ya sean reales o mitológicos.
Dragones, leones, tigres, águilas, osos, grandes serpientes y seres de similar porte, dan cuerpo a la mayoría de relatos, aunque a veces encontramos sorpresas al hallar protagonistas en los que pocos pensarían en principio.
Es el ejemplo de un ave bastante característica como es el pelícano común (Pelecanus onocrotalus). Este animal presenta peculiaridades y capacidades dignas de resaltar, como su famoso pico embolsado que le sirve para pescar o su facilidad para lanzarse en picado desde el cielo y sumergirse a por su alimento, amén de su no tan conocida faceta de buen volador.
No obstante, seguro que pocos apostarían por este palmípedo a la hora de imaginar una historia trascendente y más todavía si la relacionamos con el mismísimo Jesús de Nazaret.
Sin embargo, ese es precisamente el caso y esta ave protagoniza una leyenda muy considerada dentro de la Cristiandad y que viene como anillo al dedo recién terminada la Semana Santa.
Desde la época medieval, en distintas disciplinas artísticas no es raro encontrar obras que representan a Jesús como el “Pelícano Piadoso”, crucificado con su pecho abierto y la sangre fluyendo hacia una copa, simbolizando la Eucaristía y el sacrificio redentor de Cristo.
Esta representación visual ha sido fuente de inspiración y devoción para muchos fieles a lo largo de la historia cristiana, recordando el amor infinito de Cristo y su disposición a darlo todo por la humanidad. Y esto, curiosamente, tiene su origen precisamente en esa leyenda que os paso a relatar.
Aunque tiene algunas ligeras variaciones que también os comentaré, al parecer la principal línea argumental es la que sigue y que dicen pudiera estar inspirada por observaciones de los pescadores de la antigüedad.
Como todos sabemos, el pelícano almacena los peces capturados en su pico, cosa además muy útil para transportar la pesca hacia el nido en busca de sus crías, Se cuenta que en alguna ocasión, al intentar recuperar un pez de la bolsa y dada la longitud de su pico, el ave podía llegarse a herirse en el pecho con la parte superior, haciéndose algo de sangre.
Aunque no me suena haber visto momentos así en los documentales de Naturaleza, se dice que algún pescador remoto pudo contemplar algo parecido y de su relato e interpretación nació esta historia.
La misma nos cuenta que una pareja de pelícanos criaba con amor a tres polluelos hasta que un día una serpiente accedió al nido y mató a los pollos.
Cuando los padres regresaron de su jornada de pesca, se dieron de bruces con la tragedia. Inconsolables, se mantuvieron sin saber qué hacer, hasta que sin aguantar ya más, al tercer día el padre se abrió el pecho con el pico. La sangre que manaba de la herida, cayó sobre los cuerpos inertes de sus pequeños, que milagrosamente recobraron así la vida.
Hay otra versión en la que es el padre el que para eliminar competencia mata a los polluelos y la madre la que se abre el pecho, pero la más extendida es sin duda la primera.
La iglesia se apropió de esta historia por sus innegables connotaciones y paralelismos, pues la serpiente sería el demonio, los pollos nosotros los humanos y el pelícano padre, Jesús sacrificándose por la humanidad ofreciendo su propia sangre, salvándonos así a todos.
De ahí que desde entonces, el pelícano pasara a ser considerado un símbolo de amor y sacrificio y que haya aparecido como tal en diversas obras artísticas.
Un ejemplo podemos encontrarlo en el códice del siglo XII, El bestiario de Aberdeen, que aparece arriba, en el que se nos ilustra esta leyenda.
Otro más lo tenemos por encima de estas líneas, con la talla atribuida a Francisco Antonio Ruiz Gijón, datada en 1694 y que se encuentra a los pies del Santísimo Cristo del Amor, en Sevilla.
O también en la más moderna que el artista Ramón Martín realizó para la igualmente sevillana Cofradía de los Dolores de El Viso del Alcor, conmemorando el cincuenta aniversario de la llegada al pueblo de la imagen de su Cristo principal, que vemos a la derecha.
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