Hablando una tarde de mil y una cosas con amigos, acabó precisamente saliendo el tema de las amistades y cómo a veces se forjan de maneras inesperadas cuando nadie hubiera dicho que pudieran existir.

Conversábamos sobre personas, claro, pero yo apunté que esas cosas tampoco son extrañas en el Reino Animal, en el que hay múltiples ejemplos de relaciones que desafían la lógica del día a día.

Recordé entonces una historia de hace unos años que además se pudo documentar con claridad de manera gráfica, con dos protagonistas que normalmente no se puede decir que se lleven bien cuando se encuentran.

La historia tiene unos cinco años y el afortunado que se topó con ella fue un fotógrafo de naturaleza finlandés, Lassi Rautiainen, con amplia experiencia en la interrelación con la vida salvaje de su país.

Andaba el hombre por esos bosques a la búsqueda de osos, cuando una tarde, cerca del anochecer, pudo observar algo realmente curioso y que por supuesto nunca había podido ver en sus muchas salidas al campo.

A lo lejos divisó un buen ejemplar de oso que descansaba apaciblemente, cosa que por sí misma no tenía nada de particular. Sin embargo, lo que ya no tenía nada de normal es lo que pudo observar justo a su lado.

Para su sorpresa, tumbado al lado del úrsido se hallaba un lobo. En un principio el fotógrafo imaginó que el lobo en realidad estaba muerto y había caído en alguna escaramuza con el oso, que ahora lo tenía como reserva de comida, pero nada más lejos de la realidad.

A lo lejos, otro oso gruñó en la distancia y eso hizo que los dos animales que observaba se pusieran en alerta al unísono. Entonces pudo contemplar admirado que ambos estaban juntos, que eran amigos, contra lo que siempre había observado en la Naturaleza.

Evidentemente, Lassi ya no tuvo ojos para otra cosa y en los días posteriores volvió ansioso a la misma zona esperando comprobar lo que había visto.

Y así fue. En las siguientes diez jornadas pudo observar que a pesar de que durante el día cada uno estaba a lo suyo, invariablemente, al caer la tarde ambos amigos se buscaban y ya pasaban juntos el resto del día y la noche, hasta la mañana siguiente.

El oso y la loba, pues Lassi pudo determinar que eran macho y hembra, pasaban así las horas los dos, haciéndose compañía, compartiendo la comida o jugando entre ellos, hasta acabar durmiendo uno junto a la otra.

Pudo ver hasta que el oso defendía a su amiga ante algún otro oso que aparecía, pero por el contrario no llegó a ver por allí en esos días alguna manada de lobos a la que pudiera pertenecer la hembra.

El fotógrafo acabó pensando que ambos animales, que parecían haber alcanzado muy recientemente la edad adulta, quizá se habían conocido todavía jóvenes un poco antes y por eso se habían tolerado mejor hasta el punto de haber preferido hacerse compañía que enfrentarse en solitario al bosque y sus peligros.

Hasta que las imágenes de Rautiainen fueron publicadas, no se conocía en Europa un caso similar entre esas especies, por lo que tampoco había estudios científicos sobre ello.

Esto hizo que los dos animales se hicieran famosos en los círculos naturalistas y las fotos tuvieran una gran difusión, cautivando a los que conocieron la singular historia de esta extraña pareja.

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